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La época del sinthome [1]

Por Eric Laurent

No hay un síntoma de la época como Hegel pensó que existía un espíritu de la época, un Zeitgeist. Los síntomas –al plural- se clasifican, se distribuyen en los distintos discursos que valen en una civilización. Lacan utiliza la palabra ‘civilización’, en el sentido que le da la lengua francesa, para designar lo que Freud llamó en alemán Kultur. Entonces, Lacan habló, para caracterizar de manera más acertada nuestra civilización, como ‘civilización de la ciencia’. En ella, lo que queda del régimen de la creencia –para él es la creencia en el síntoma-, envoltura formal del goce de cada uno. Los debates que atraviesan la crisis de la clínica psiquiátrica reenvían a esto. La creencia en el síntoma es creencia en el síntoma de cada uno, uno por uno. Y así, toda clasificación se vuelve inestable, precaria. Esto limita el campo de la biopolítica contemporánea. Al escaparse de las clasificaciones, el síntoma se ha transformado. Lacan utiliza la vieja ortografía en francés, sinthome, para nombrar esta cosa freudiana nueva, la cosa de nuestra época, la época del sinthome.

Primero, vemos la distribución de los síntomas en los varios discursos. Lacan desconfiaba de las clasificaciones que apuntan a segregar la locura. Llegó a decir, de manera antisegregativa: “Todo el mundo es loco”. En el tiempo del peritaje científico y de la Internet, parece especialmente interesante la dificultad particular que encuentra la psiquiatría contemporánea en estabilizar un sistema diagnóstico coherente en el periodo que se abre luego de la ruptura consumada entre la investigación fundamental, por un lado, y el sistema clasificatorio de las enfermedades mentales que constituye el DSM. La separación entre practicantes e investigadores está tanto más marcada que los grandes laboratorios privados decidieron cerrar uno tras otro a partir del 2010 sus departamentos de investigación de nuevos fármacos, psicofármacos, con el motivo de que esta investigación será demasiado azarosa en el estado actual de la ciencia. Era el fin de una utopía. Después del derrumbe del DSM como software que unificaba al campo, una serie de modelos competitivos se confrontan. Esto va desde los biologistas fundamentalistas hasta el llamado a elegir decididamente, más que un modelo clasificatorio renovado, un modelo narrativo en psiquiatría, consciente de su carácter compuesto, integrando para cada uno a su medida, lo que se puede decir en biología, sociología o psicoanálisis, para ayudar a cada sujeto a abrirse su propio camino en el impasse del diagnóstico DSM. Estamos explorando en esta época hasta dónde la ciencia puede realmente dar cuenta de estos nuevos diagnósticos y de los diagnósticos como tales.

Para explorar el impasse de la clasificación DSM, tenemos que subrayar que la crisis que tuvo, que provocó la publicación del último DSM fue precedida por un malestar creciente que ganó las filas de la Asociación Americana de Psiquiatría, responsable de su elaboración. Este malestar llevó a los antiguos responsables del proyecto a disociarse de aquello que se volvió una gigantesca empresa. Me centraré especialmente en las críticas volcadas por Alan Francès, un psiquiatra de formación analítica. Al mismo tiempo validó de forma interesante el conjunto del proyecto DSM. Al considerar que salvó la psiquiatría en los años ’80, liberándola de las confusiones y ambigüedades en el corazón del modelo psicoanalítico. Subraya, muy justamente, que la dificultad del psicoanálisis para inspirar clasificaciones estables, no estaba ligada a una impotencia contingente; es consubstancial a su discurso, es un imposible lógicamente inscrito desde el comienzo. Lo cito: “El modelo psicoanalítico tenía tendencia a pretenderse un poco para todo, con una notable excepción. Lo normal no encuentra allí verdaderamente su lugar. Para Freud, nadie jamás es completamente normal. Somos todos más o menos neuróticos.” Es lo que Lacan radicalizó con su idea “Todo el mundo es loco.”, es decir, delirante. Para Francès, lo que anduvo mal no es culpa del texto del DSM sino del contexto que cambió de manera decisiva. Pone especialmente el valor en el hecho de que tres años de la publicación del DSM-IV en 1997, los Estados Unidos se volvieron el único país en el mundo en autorizar la publicidad directa de los medicamentos con los consumidores. A partir de esta fecha, no hubo más límites para el marketing directo. Al rol del Big Pharma, se añade el peso de las asociaciones de padres o de usuarios que quieren tener acceso a servicios apropiados para sus hijos o ellos mismos, acceso que solo el diagnóstico da derecho y se añade el rol de las asociaciones de consumidores que buscan reagrupar cada vez más adherentes. Sea como fuere, el resultado final es esto. Cito a Francès: “En el trascurso de los últimos 15 años, cuatro grandes epidemias de trastornos mentales estallaron súbitamente. El número de niños bipolares extrañamente aumentó en un 40%. Los autistas en un 30%. Se triplicaron los hiperactivos con trastornos de atención. Mientras que se duplicó la proporción de adultos susceptibles de un diagnóstico de bipolaridad. Estas burbujas diagnósticas impresionantes producen debates para dar cuentas de este fenómeno de aceleración que parece no tener fin. Hay un costado probablemente del problema del sistema y de la lógica del sistema de clasificación como tal. El epistemólogo anglo-canadiense Yan Haking considera que el proyecto DSM reposa sobre un error epistemológico profundo porque conservó la forma lógica de un árbol formal clasificando las enfermedades mentales sobre un modelo botánico de género, especies y subespecies. Haking concluye su investigación de manera tajante. Lo cito: “A lo mejor, al final, el DSM será considerado como reducción ad absurdum del proyecto botánico en el campo de la locura. Clasificar a las enfermedades mentales sobre el modelo de la botánica estaba tan perdido como el proyecto de querer clasificar los elementos constituyentes de la química sobre el modelo de la botánica. Hay una organización profunda de los elementos, es la tabla periódica de los elementos. Difiere profundamente de la organización de las plantas que viene de la reproducción”. Este impasse del DSM nos permite indagar más la relación entre ciencia y diagnóstico porque no hay ciencia en el DSM. Esto fue la conclusión del antiguo director del National Institute of Mental Health en su rotunda intervención, 15 días antes de la publicación del DSM-5 que saboteaba completamente la publicación. Y él constató, finalmente, pocas variaciones entre el DSM-IV revistado y la versión 5, para él el diccionario conservaba su fuerza y su debilidad. La fuerza siendo la fiabilidad entre evaluadores y la debilidad la ausencia de validez científica. Dicho de otra manera, él constató que la lengua era perfecta, pero que no quiere decir nada en la medida que olvidó completamente que debía medir algo diferente que ella misma. El DSM está fundado sobre el consenso del agrupamiento de síntomas clínicos que se ven fácilmente y no desde una medida objetiva. Es por eso que, bajo su égida, el National Institute of Mental Health lanzó desde el 2010 un proyecto muy distinto. Se trataba de reunir en una investigación titulada Research, domain, criteria todo lo que se aisló como objetivo en el campo de la psicopatología. Es decir, neuroimagen, marcadores genéticos probables, alteración de las funciones cognitivas y de los circuitos neurológicos en el triple registro de cognición, emociones, conductas.

Thomas Cincel consideró así que los 15 años y los USD 25’000.000 consagrados a la preparación del DSM-5 fue dinero mal invertido. Pero, ¿qué pasa con la nueva clínica producida por los Research domain criteria que empieza a producir sus efectos? Los primeros resultados de la nueva clínica ponen de manifiesta una importancia mayor sobre la puesta en función de los circuitos neurológicos de la recompensa. Así se están operando entonces deslizamientos importantes hacia la adicción. Todo se vuelve más o menos adictivo. Por ejemplo, para los trastornos alimentarios, se remplaza la idea de que el sujeto anoréxico tendría miedo de engordar por una adicción al placer de adelgazar. Y se rearma todo el sistema de medicación, de incentivos, etc. Y esto es demostrado esencialmente a través de la imaginería cerebral o, más sutil, la conductancia cutánea.

A través de otras vías diferentes a nivel estatal, central, los gigantes de lo digital, como Google, se lanzan a la construcción de bases de datos médicas que apuntan a crear una medicina personalizada reagrupando todos los datos sobre un individuo. A través de diferentes iniciativas especializadas del 23 and me centrada sobre la genética a la Calico, una empresa que apunta a nada menos que retrasar y luego matar a la muerte. Google desarrolló su proyecto de reunir todos los datos necesarios para la utilización de los aportes de la genética, biología, nanotecnología, etc., de manera muy distinta de la investigación central a nivel estatal. Dicen que el diagnóstico del futuro puede llegar a integrar los resultados de grandes series obtenidas, al mismo tiempo las grandes series de la burocracia sanitaria como también las grandes series de datos de la medicina individualizada y globalizada y que sobrepasa los límites de las burocracias nacionales. Es una verdadera utopía de la medicina de precisión. No obstante, la mezcla de ciencia, mito, esperanza que acompaña esta utopía de medicina preventiva no debe hacer olvidar por ello las dificultades de la modelación del cerebro al nivel científico. Las dificultades de la iniciativa europea del Human Brain Project testimonian de ello. Dio lugar a conflictos insolubles entre moderadores puros y neurocientíficos experimentadores.

Otro límite es lo que vemos aparecer del bucle de confirmación diagnóstico-psicofármaco. El modelo de acción de los psicofármacos fue fijado para su marketing sobre una supuesta decisiva acción sobre los neurotransmisores. Esta regulación de los neurotransmisores justificaba la biyección diagnóstico/tratamiento. Cada diagnóstico tenía one single bullet, una y una sola bala para ir en el marco. La depresión se definía entonces por lo que cura el antidepresor y era manera de producir así un supuesto saber objetivo sobre la depresión. Pero verdaderos científicos como Stephen Heimann, antiguo director también del Institute of Mental Health, que quitó la investigación estatal para unirse a un departamento muy especializado con un MIT … y que hace ciencia de fondo. Él, en el año 2012, hizo un paper que se hizo famoso haciendo el balance de los 50 años de uso de los neurolépticos. Y desde la Imipramina, precisamente en el ’62. Y él subrayó los medicamentos antipsicóticos llegaron a un pico de eficacia jamás igualado y todavía no elucidado. Con el descubrimiento de la Clozapina en medio de los años ’60. Los fundamentos moleculares de todos los medicamentos psiquiátricos actuales son los mismos que los de sus prototipos de los años ’60, y sus mecanismos de acción no son entendidos más allá de algunos eventos moleculares iniciales. Así que el National Institute of Mental Health advirtió oficialmente contra la prescripción continua de neurolépticos y sus consecuencias nefastas a largo término, poniendo en duda la eficacia pretendidamente superior de los neurolépticos de la nueva generación, tan caros para el sistema de salud. Esta decisión provocó como backlash una respuesta grande de los laboratorios para proponer nuevas moléculas. Estas dificultades que existen no impiden de ninguna manera la prescripción masiva de psicofármacos, especialmente aumentar los antidepresivos que crecen de 10% por año en todos los países de la O.C.D. Vemos al mismo tiempo una crisis en el saber fundamental y una multiplicación masiva de la prescripción. El story telling actual quiere mostrar que, incluso con los laboratorios de Big Pharma cerrados, y sin reales novedades, se abre una vía nueva para el desarrollo de nuevos tratamientos y que se continúan los debates con Big Pharma. Los resultados, sin embargo, son pobres.

Ahora la esperanza se desplaza de la bioquímica hacia el manejo de los datos. Las esperanzas del Big Data tratan de resolver un problema fundamental. Una dificultad propia al campo psiquiátrico del punto de la vista de la ciencia. Es la de demasiadas pequeñas series de casos homogéneos. Esta característica del campo es decisiva para explicar la poca reproductibilidad de los estudios en neurobiología psiquiátrica, alejándose de la seguridad de los grandes números a los que apunta la Evidence Based Medicine. Los recursos artificiales a meta-análisis, agregación de numerosos análisis de pequeñas series para hacer un semblante de gran serie, no llega a suplir esta falla radical. No obstante, la esperanza de poder pasarse de una teoría biológica fiable fue renovado en el nuevo estatuto epistemológico del Big Data. En efecto, la obtención a través de algoritmos obtenidos por el cálculo sobre enormes bases de datos para predecir el comportamiento de un sistema, se hace sin tener otras teorías más que el propio cálculo. Así, algunos teóricos señalan que hemos salido gracias a los cálculos de masa de la era epistemológica del “por qué” para entrar en la era del “qué”, que la correlación describe perfectamente. Ya no hay la necesidad de causalidad, la naturaleza no se oculta más, ella se descubre en el algoritmo mismo que da acceso a su funcionamiento a través de un sistema de inteligencia artificial. Se empieza para constituir, entonces, series de datos, sea cual sea. Se empieza por los datos obtenidos por las Apps de nuestros Smartphones que hacen consistir el proyecto de un Quantified Self, que mide de manera permanente todos los parámetros fisiológicos: tensión, pulso, taza de oxigenación de la sangre, sueño, ejercicio físico, de cuándo vienen las reglas, etc., todo puede ser calculado. Y más allá del sueño de un coach personal, de un superyó a medida, no cesa así de empezar la constitución de una base de datos que pueda dar lugar a sistemas muy sencillos de, por ejemplo, señalar una baja de una actividad anormal en caso de depresión, o de exceso en el caso de un acceso delirante o de manía. Y Insel trabaja sobre esto en Google Health para tomar esta posibilidad de un enseñamiento automático.

Por otra parte, el National Institute of Health, que controla todos los institutos especializados, lanzó en el año 2016 el programa All of Us Research. Compromete un millón de participantes y quiere enseñar sobre esta base de datos la Precision Medicine. Los participantes tienen que llenar -y han aceptado esto- formularios médicos, suministrar muestras biológicas, dar su consentimiento para hacer público su dossier médico-electrónico para las necesidades de la investigación. Estarán así constantemente unidos al portal de Internet para registrar todos los datos que les conciernen: sueño, alimentación, hábito de vida, etc.

Pero bien, incluso con mucha matemática y mucha matemática sutil, las correlaciones y las regularidades extraídas de las bases de datos tienen un carácter extrañamente discordante y centrífugo. Cito: “Entre los factores ambientales que modifican el riesgo de aparición de una enfermedad se cuenta los tóxicos, los traumatismos craneales, las infecciones maternas durante el embarazo, las complicaciones obstétricas, los traumatismos psicológicos durante la infancia, la estación del nacimiento, la urbanidad –el hecho de haber nacido en la ciudad-, la migración, la polución. De allí quieren deducir políticas de prevención, pero como no se puede prohibir ni la urbanidad ni controlar exactamente la estación de nacimiento, ni la migración, ni la polución, ¿cómo definir prioridades? También, para los lazos peligrosos expuestos entre inmunidad y enfermedades mentales.

Hacer un modelo así de psicosis inmunitaria produce como resultado incluir así casi todo el conjunto de la psicopatología en un continuum: bipolares, esquizofrenias, autismos, etc. En el momento en que, por otra parte, la nueva gestión de la enfermedad mental apunta más bien a separaciones claras e identificaciones segregativas. Porque vemos que la dificultad de la investigación, los pocos resultados efectivos son tanto más inquietantes que del lado de los practicantes el sistema de atención en psiquiatría está sin aliento. Tanto en Francia como en Estados Unidos, y lo que se produce es un fenómeno real: el abandono. Abandono de los pacientes confrontados a la rarificación de los créditos otorgados a la psiquiatría, abandono en la calle, en la prisión, a una medicación excesiva. Los resultados son el aumento de manera inquietante del número de suicidios sin causa psiquiátrica clara. Del lado de los niños, el pasaje a la escuela inclusiva comienza a encontrar sus límites a esta integración y produce niños que no pueden incluirse, del lado del abandono también. Frente a estos abandonos, hay una reacción subjetiva. Los sujetos responden enganchándose a los diagnósticos menos estigmatizantes y a los que brindan acceso a las mejores atenciones. Se trata de fenómenos de respuesta subjetiva, de creencia y de deseo.

Hay dos facetas de la pregunta por el sujeto que se revela en la cuestión diagnóstica. Por una parte, el sujeto es en una clasificación lo que está en todas partes. Por otra parte, es lo que escapa a la clasificación. Es el lugar de ninguna parte. El sujeto se manifiesta como lo que volverá inestable las clasificaciones, sean cuales fueren los deslizamientos que producen dicen cesar, dando lugar a lo que los estadísticos llaman ‘el efecto jabón’. Los sujetos se entusiasman con las categorías que les son propuestas para los especialistas para hacer un uso fuera de las etiquetas, off label. No solamente para los medicamentos y se lo ve en las burbujas de las tres categorías de autismo, bipolar e hiperactivo. Las burbujas les deben mucho a estos efectos de reacción. Y se acompañan muy bien del carácter incierto de los diagnósticos. Por ejemplo, el de TDAH que es el más incierto de los diagnósticos, aunque esto se ha expandido mundialmente. Y resiste a todas las críticas muy fundadas que se le hacen. El efecto sujeto produce un curioso efecto identificatorio. Tenemos relatos propuestos por sujetos que han tenido una etiqueta clínica y hacen testimonio de su vida vivida de manera singular. Estos relatos y testimonios atraviesan ahora todo el campo clínico: autismo –sin duda-, pero también TOC, fobias, esquizofrenias, accesos paranoicos, etc. Es la realización de un verdadero modelo narrativo, autoincorporado por los sujetos y consciente de su carácter compuesto, integrando para cada uno a medida lo que le interesa para abrirse su propio camino que pone en valor el fuera-de-marco del sujeto, su subversión fundamental. Así que recién, un informe interesante del Consejo Superior para la Salud belga se distancia de las clasificaciones tipo DSM proponiendo, más bien, la necesidad de una clasificación para poder contextualizar para un sujeto sus sufrimientos en términos de información biográfica, de desafíos existenciales, de funcionamiento contextual, actual de procesos mentales de consideraciones biológicas. El recurso a la órgano-clasificación en estos flujos que responde de manera irónica a la Research criteria, digamos, el recurso a la clasificación puede hacerse, pero sobre la base de un pequeño número de síndromes generales que estimulan la auto-formulación diagnóstica. La práctica psiquiátrica de nuestra época resuena con la manera en que cada sujeto aloja la falla fundamental de su mentalidad entendido en el sentido de Lacan. Lacan decía de manera irónica: “La enfermedad mental no es de ninguna manera entitaria. Es más bien la mentalidad la que tiene fallas”. Esta falla de la mentalidad para el psicoanálisis, en última instancia, es la imposibilidad de representar la sexualidad en lo mental. Es la imposibilidad de inscribir lo sexual en lo consciente, como lo decía Freud. Es lo que Lacan radicalizó al hablar de la no-relación sexual que no puede escribirse en el simbólico. Falta siempre algo esencial para el sujeto para poder representar su goce a través del espectro de las clasificaciones psicopatológicas. En este sentido, el rechazo de incluir las clasificaciones de las prácticas sexuales en las clasificaciones psicopatológicas, comenzado en el último cuarto del siglo XX, sitúa bien la particularidad del trastorno sexual en la civilización. Es situado como trastorno el género para los teóricos queer. Este trastorno no cesa de desplazarse en los discursos, fuera de las clasificaciones. Para el psicoanálisis, es la no-inscripción de lo sexual como tal que está en juego. La hipótesis psicoanalítica –como la formuló Lacan radicalizando a Freud- es que en el inconsciente el hombre no sabe nada de la mujer ni la mujer del hombre. Es lo que empezó a demostrar la lectura freudiana de la histeria. Lacan añade que en una mujer nunca encuentra un hombre, no sabe nada de él, salvo en la erotomanía psicótica. En el lugar de un saber que permitiría a los humanos que hablan orientarse en las cosas del sexo con la seguridad del animal, las mujeres y los hombres del amor. Hablar del amor es el principio del placer entre los sexos. Intentan, a través de esta palabra, depositar un trazo que se mantenga. Es la importancia de la carta de amor. La carta de amor en los que podría verdaderamente alcanzar, marcar en el otro. Freud estableció primero que la libido masculina, ligada al falo, estaba marcada por una falta radical: la castración. Ella se reveló por el acceso distinto de los sexos a esta castración como el punto real del mito fálico. El complejo de Edipo manteniéndose a nivel complejo. Mito. Lacan generaliza la constatación freudiana al notar que la diferencia de los sexos al nivel del significante se establece solo con la referencia al significante fálico. Lo llama ‘punto mítico’ jugando sobre el hecho de que, si bien el complejo de Edipo es un mito, el complejo de castración no lo es.

Decir que los seres sexuados tienen una relación diferente con el falo según se es hombre o mujer es una manera que no hay relación sexual. Decir que solo hay relación significante con el falo, como lo anotó muy bien Jacques-Alain Miller. Para Freud, el falo no era la solución. Respondía a lo visible del sexo. El Penisneid hacía el resto para facilitar la cópula. Por el contrario, para Lacan el falo hace obstáculo a que los sexos puedan hablar sobre el sexo. Introduce una imposibilidad. Así, paradójicamente, Lacan propone que la solución al impasse propuesto por el psicoanálisis es restablecer la dimensión del imposible de la dimensión de la relación sexual en el discurso. Allí donde Freud veía el aporte del psicoanálisis en la introducción de la roca de la castración y de la impotencia que va junto a ella, Lacan ve la solución restableciendo una lógica de lo imposible, algo de lo real. Y en esto, es verdad que cada vez es más interesante apuntar a lo que no funciona, incluso en la impotencia, que por lo menos reserva el lugar de lo real, de lo imposible que hay detrás. Y propone de manera alusiva Lacan en El atolondradicho –este texto difícil- propone al final que un sujeto –sea cual sea su sexo- tiene que al final de un análisis saber hacerse una conducta basada, precisamente, en lo imposible, librándose de todo ideal o de toda búsqueda de un sentido sexual ya prestablecido. Lo cito: “Con todo esto, el sujeto del sexo sabrá hacerse una conducta. Más de una. Hay montones, pero tiene que integrar las tres dichomansiones de lo imposible, tal como se desliga el sexo en el sentido, en la significación.” Esto de hacerse una conducta parte del hecho de que no hay relación sexual al nivel que puede escribirse el significante. Separa lo que pasa a nivel sexual efectivamente, en el cual hay conductas, montones de ellas, prácticas sexuales. Tengo cinco minutos más. Lacan comienza su seminario Aún suponiendo a su público en cama, una cama de pleno empleo, una cama para dos y opone el Uno del significante y el Uno del amor y el Uno del goce. A nivel del goce los cuerpos se mantienen separados. Esto hace que el partener en la cama efectivamente es un medio de goce. Y el síntoma, el sinthome, es un modo de gozar del cuerpo del otro que, como subraya muy bien Jacques-Alain, que es algo que se puede dejar de lado. El gozar del cuerpo del otro es tanto del cuerpo propio como del cuerpo del otro. Ese cuerpo del otro es un modo de goce del cuerpo propio pero que lo define como otro también. La identificación al síntoma define una saber-hacer con el partener sexual como modo de goce en el momento del encuentro de los cuerpos siempre contingente. Es así que Lacan incluye a la vez las prácticas eróticas del manejo del cuerpo, la manera con el cual se los marca y el arreglarse a través del cual se extrae los objetos a del cuerpo del otro. Este saber-hacer con el síntoma no excluye a la creencia hasta el medio de goce que es el cuerpo sexuado del otro. El partener síntoma, para Lacan, se separa de lo que era el síntoma de la histeria que había que descifrar porque en el partener-síntoma él habla, está animado por un querer decir y las mujeres son especialmente sensibles a esto porque del partener quieren que hablen de ellas. Es lo que Lacan la forma erotomaníaca del estilo de amor femenino. Del lado del hombre, a pesar de la inercia fetichista, también los hombres hacen esfuerzos. Lacan lo decía de forma poética mientras elaboraba la forma lógica del partener-síntoma de la sexuación. Decía, finalmente, durante una conferencia en los Estados Unidos: “El ateísmo es la enfermedad de la creencia en Dios, en la creencia de que Dios no interviene en el mundo. Dios interviene todo el tiempo, por ejemplo, para un hombre bajo la forma de una mujer.” Un poco antes en este año, durante su seminario, había desplegado la relación de la creencia al síntoma y al partener-síntoma. Cito:

“Una mujer en la vida de un hombre es algo en lo que él cree. Cree que hay una. A veces dos, tres, y ahí precisamente está lo interesante. Él no puede creer solo en una. Cree en una especie, en unos seres en tanto que ellos pueden decir algo. Cualquiera que viene a presentarnos su síntoma, allí cree. Si nos demandan nuestra ayuda, nuestro socorro es porque cree que el síntoma es capaz de decir algo. Y que solo es preciso descifrarlo. Ocurre lo mismo con una mujer, es lo que se llama el amor.”

Entonces, para concluir, este enganche del sujeto sobre el medio de goce a través del amor es para Lacan lo que se designa como el remedio al malestar en la cultura denunciado por Freud. Freud constató el fracaso del programa de la civilización al querer reprimir las pulsiones. No se hacía más que acentuar el imperativo de superyó con su forma insaciable. Lacan afrontó una figura muy distinta del superyó de la que había producido Freud. El superyó de nuestra época es el superyó de la permisividad. Es un superyó también insaciable que no cesa de exigir: ¡Goza! Ese imperativo se hace escuchar tanto en el consumismo sin límites como en la pornografía generalizada, la búsqueda del goce que sería el que funcione mejor, la búsqueda de la última droga, etc. Desde esta perspectiva tendremos fenómenos clínicos cada vez más marcados alternando entre adicciones frenéticas y retiros del mundo más marcados como los que experimentan los adolescentes en la extensión del planeta. Frente a esta creencia de un goce sin fin, Lacan opone la creencia al síntoma como partener y dice que nuestra época puede ser la de la creencia en el síntoma. El partener-síntoma, como medio de goce, da forma y punto de detención a la búsqueda superyoica del gozar. Lo que se juega en el encuentro con la nueva Eva pasa por saber deshacerse de las angustias frente a las nuevas figuras de la emancipación de las mujeres. La verdadera encrucijada es poder descifrar el enigma que hace que, a pesar de la igualdad de los derechos, una mujer sigue siendo siempre radicalmente otra para un hombre, incluso para ella misma. Es entonces que ella puede ser sinthome, verdadero partener-sinthome. Es la época en que estamos.

NOTAS

  1. Discurso pronunciado en la Universidad de Buenos Aires el 17 de noviembre del 2019. Tomado de: https://www.youtube.com/watch?v=wuDkFM9ZrWo.