Actualidad

La virtualidad… motor u obstáculo en el trabajo con niños?

Por Florencia Fernández

Por María Paula Giordanengo

La clínica con niños en contexto de aislamiento

En este último tiempo, cuando el encierro nos ha conminado al aislamiento, una pregunta insiste entre analistas. ¿Cómo continuar el trabajo clínico con niños a distancia, cuando allí el cuerpo está presente todo el tiempo y es convocado en el acto lúdico?
Sabemos que la clínica con niños tiene su especificidad, como así también que cada sesión de análisis requiere de una apertura a la invención y de un habilitar a que la sorpresa advenga.
El Covid-19, y como efecto colateral la cuarentena, el distanciamiento físico y con él la imposibilidad de trabajar cuerpo a cuerpo, nos enfrenta a la pregunta de si se puede o no pensar en un trabajo de análisis con un niño de manera virtual.
La posición del analista y su presencia no necesariamente implican el cuerpo físico, nosotros que trabajamos con el inconsciente sabemos que es profundamente corporal pero no es el cuerpo, por otra parte, la voz también es cuerpo y el cuerpo podrá ser encarnado por la voz.

A continuación expondremos dos breves fragmentos clínicos bajo las coordenadas de la virtualidad, para abrir paso a algunos interrogantes.

1) Después de 4 meses de entrevistas presenciales, el analista recibe al niño de 7 años a través de una videollamada.
Entusiasmado, dirige la pantalla del teléfono hacia su habitación y muestra sus juguetes. Había dispuesto muñecos y autitos para jugar. Curioso, le pregunta a la analista dónde se encuentra; detrás llega a ver algunos libros y fotos familiares.
- ¿Vos tenés hijos?
Habían transcurrido varios meses pero esa pregunta llegaba ahora inesperadamente, a la distancia.
- Te voy a regalar una foto mía así la tenés en tu escritorio.
Pocas veces había mencionado su encopresis. Las veces que lo hacía era de un modo fijo, sin variaciones. Si el analista insistía en que le cuente sobre eso, enmudecía.
Ahora la pregunta por el valor fálico de un hijo y su lugar en el Otro aparecían por primera vez.
La sesión transcurrió en un recorte del tiempo y en otra dimensión del espacio, ni suyo ni mío. Me atrevería a decir, en cierta “extracorporalidad”; en un “entre”, en el que tuvo lugar una pregunta por el deseo del Otro que abriría paso a otros atajos en el análisis.

¿Qué es el objeto anal sino aquello que el niño consiente a separarse del cuerpo?

El trabajo con niños es una clínica difícil. Su particularidad es el lugar que tiene el cuerpo en la palabra y la palabra que se hace cuerpo en el escenario del juego infantil.
Cada sesión transcurre en el interjuego entre la espera paciente y la invención.
Esta vez las condiciones cambiaron. Ya no fue analista quien lo esperó en el espacio cerrado del consultorio, sino que allí una inversión en la espera. Hizo que él, de algún modo, fuese quien esperase para entrar a su pequeño mundo, en su intimidad, entre sus cosas. Allí se abrió paso, por primera vez, una pregunta.
Aún no es tiempo de precisar si las condiciones de la virtualidad predisponen otras vías posibles en el trabajo con niños. Este caso permite pensar en que sí fue posible que algo novedoso apareciera.
La virtualidad es una contingencia, pero puede resultar virtuosa si aprendemos a hacer con ella.

2) Hace unos días, en una sesión a través de una videollamada, un niño de 6 años que está en tratamiento hace casi un año por algunas dificultades para manejar sus enojos y un importante apego respecto de la figura materna, resuelve mostrar a su analista sus dibujos eligiendo dos : uno de animales y otro de laberintos.
Respecto del primer dibujo elegido, cuenta que allí hay dos jirafas: una linda y otra que da miedo. Cuenta que esta última tuvo que ser arreglada: “una era linda y buena y la otra fea y mala”. Frente la pregunta de quién dice eso, el niño responde.. “mi mamá ...y yo”. La intervención de la analista allí será: “tu mamá o vos?”. De allí un silencio para dar lugar a la respuesta: “mi mamá, creo”.
Luego escoge el dibujo que contiene un laberinto. Cuenta de los obstáculos con los que allí tropieza, los animales salvajes que largan veneno y allí comienza a hablar de los miedos, sus miedos: en su clase hay amigos con los que se peleó porque él los pateó. Frente al pedido de la analista de que hable de ello, el niño con angustia comienza a relatar que sus compañeros de clase lo tenían encerrado y no lo dejaban salir.
“¿Cómo en el laberinto?” preguntará la analista a lo que el niño responde que sí y agrega que su laberinto no tiene salida sino que hay que volver al principio.
Volver al principio podrá ser eventualmente una salida, una solución que habilite un nuevo recorrido.

Hasta aquí dos situaciones breves que nos convocan a escribir para hacer lugar a lo que en un análisis con niños puede acontecer a través de un dispositivo que lo que pone al descubierto es que analista y analizante están en juego.
Dice Oscar Masotta… “donde circula la palabra el analista tendrá un lugar”; por tanto, la palabra puede hacerse presente a través de un teléfono o a través de una computadora. Así como también puede ausentarse estando presentes con el cuerpo.
Será entonces tarea del analista hacer lugar al acto que habilite y sostenga un análisis maś allá del medio que utilicemos para dichos fines.
Hasta hace poco tiempo lo creíamos imposible, ahora podemos preguntarnos respecto de si ese no sería sólo un obstáculo en el laberinto del analista.