Clínica

La invención en un análisis

Por Ana Preiti

“Creemos decir lo que queremos, nos dice Lacan, pero lo que decimos es lo que quisieron los demás. Somos hablados por el Otro. Somos particularmente hablados por nuestra familia, así fabricamos azares que nos empujan a un destino, es decir, transformamos contingencia en necesidad. Creemos que los azares no son tales sino destino”.
J.-A. Miller, El ultimísimo Lacan

Según Lacan, la clínica se separa de aquello que efectivamente se dice. Por lo tanto, se diferencia tanto de la experiencia como de la práctica, que es el tratamiento de lo real por medio de lo simbólico: el cuerpo y el Goce, por un lado, y, por el otro, la palabra que viene del Otro (en la cual se incluye la interpretación). La posibilidad de existencia del psicoanálisis proviene del posible anudamiento entre ambas dimensiones. La clínica, no es la práctica del psicoanálisis, sino el saber, la elucubración que se extrae de la práctica. Y la clínica psicoanalítica se define por la inclusión de la respuesta del analista frente al síntoma; es en ello que se distingue radicalmente de la clínica psiquiátrica.

La paciente se presenta con graves síntomas, su vida se había reducido a bañarse y lavar ropa contaminada, vivía en un encierro absoluto, alejada de todo contacto con el afuera. Su destino había sido prefijado por su padre, quien la había designado como ejemplo a seguir para su familia. Ella lo acompañaba en sus salidas, iba a jugar al golf con él y lo esperaba largas horas; también era quien ponía limites en la familia, a sus hermanas, sobrinos, era la segunda autoridad en el orden familiar que se había establecido en la familia.

Su madre estaba desdibujada para su padre, no tenía palabra; en secreto le decía a ella y a sus hermanas que deseaba que muriera. Así entiende ella que se fue envenenando con las palabras de la madre, y a su vez odiando al padre, impedida de poder decir que no a las demandas realizadas, y encerrada en la trama familiar en un lugar designado por el Otro.

El encierro y la distancia con toda la familia y el afuera fue el modo que encontró de poder poner un límite a lo real que la invadía. Había podido construir una defensa hacia un elemento que no es significante, entre síntoma y pulsión. Según Lacan “Los síntomas se construyen en la dimensión inconsciente histórica y las pulsiones están del lado del sujeto con lo real”. La paciente se encuentra ubicada del lado de la defensa frente a un real insoportable: su padre, a quien temía y no podía enfrentar, limitar. Su padre era el veneno. Así el veneno permitió poner a toda su familia a distancia, pero eso no fue suficiente, ya que la distancia se había convertido en un encierro. El circircuito pulsional se produce adentro, la masividad puesta en el mal está afuera. Ella es la envenenadora y la envenenada, no puede desprenderse de su propia maldad, de su propia pulsión de muerte, queda petrificada en el S1, sin una construcción fantasmática que atempere la invasión de lo real.

El marido y la familia querían internarla, así es que ella por sus medios buscó otro camino, y se encontró con una psicoanalista. El modo de tratamiento de la petrificación se realizó a partir de tres momentos: -Un instante de ver; -un tiempo de inventar; -un tiempo de concluir, que gracias a la invención no fue un pasaje al acto. Esto se produce en un espacio donde pudo poner límite a la invasión de lo real realizando una reparación por vía de lo imaginario. Su análisis le permitió encontrar una salida al encierro; poco a poco, encontró la manera de salir del destino que la familia había fijado para ella. La contingencia no fue destino, el destino no fue su familia, ella no lo eligió y el psicoanálisis lo hizo posible.

REFERENCIAS

  • Lacan, J., “Apertura Sección Clínica Vincens”.
  • Miller, J.A. “Ironía”, Consecuencias N 7. 2011.
  • Torres, M., Fracaso del inconsciente, amor al síntoma.