Clínica

Baron Biza, un desafío

Por Claudio Spivak

Jorge Baron Biza ejerció casi todos los oficios que se relacionan con las letras. En su informe curricular subraya haber traducido “El indiferente”, de Marcel Proust. Finalmente escribió “El desierto y su semilla”. Del escrito dirá que es autobiográfico, agregando que lo que buscaba era establecer qué había ocurrido en los tiempos novelados. Este libro será considerado único y lo convertirá en escritor.

Varios componentes se reúnen para determinar esta "unicidad". El más obvio es el procedimiento: trabaja con injertos de otros textos. En su relato irrumpen, entre otros, fragmentos de escritos de su padre, una exposición infantil, un texto de Goethe y demás. Acaso para nosotros lo más llamativo sea encontrarnos con la invención de dos lenguas. Estas se perfilan a medida que el texto avanza. De una dirá que es totalmente artificial, asistemática y la denomina “cocoliche". Aquí los injertos son palabras de otros idiomas. La otra lengua recibirá el nombre de “pancriollismo”, donde pulula un lenguaje casi oral. Con esta acción su lengua materna se enrarece, se estira en una suerte de elación y se transforma en otra cosa.

Miller (2007, P. 342) había indicado que hablar una lengua ya es testimoniar del vínculo con la familia. Baron Biza encuentra, al menos, dificultades para inscribirse en un orden familiar. También un rechazo. Cierta agresión en el seno familiar, con la que se inicia el libro, ilustra las motivaciones del rechazo.
En su libro insinúa lazos familiares, que damos por supuestos. Sin embargo apunta a los personajes por nombres ficcionalizados y no por lugares en el parentesco. También fabula vínculos. En cierto momento inventa otra familia. Hay alguna mención a hermanos al comienzo. Hacia el final, señala que debería empezar a llamar “madre” o “mamá” a la mujer que acompañó durante casi toda la novela. Por un dialogo nos enteramos que otro personaje fue su padre.

Su nombre es también problemático. Durante 28 años sus padres intentaron el divorcio. Solían vivir separados. Escribe Raúl que en cada separación a su nombre se le agregaba el apellido de la madre. Para cuando escribe la novela su nombre es Baron Sabattini. Explica que “Raúl Baron Biza”, podría ser considerado su otro apellido o seudónimo o nombre profesional o, simplemente, un desafío. Será con este nombre que firmará la novela.

El hijo
Lacan señaló la importancia que tiene para un sujeto la manera en que ha sido deseado. Explicó que hay personas que viven bajo el golpe de no haber sido deseados por alguno de los padres.
Hacia el final de la novela se lee un fragmento escrito por el padre del autor. Se trata de una pregunta: “¿Por qué no negar al hijo engendrado más por curiosidad que por deseo? ¿Qué obligación de amar al nacido? Que carguen ellos con su vergüenza y no yo con su perdón”. En esto, el engendramiento implica una vergüenza.

La primera reacción del autor es preguntarse por el lugar que le toca. La segunda es el rechazo.

Es justamente el rechazo, bajo las especies de la “indiferencia”, con lo que dará tratamiento al indomable goce que lo habita.

En varios momentos de la novela las descripciones en relación al padre se conjugan con reflexiones en torno al mal. Su padre es el mal. Un Marqués de Sade. Pero ese mal también anida en el hijo. Al menos bajo los modos de la agresión.

También por medio de “indiferencia” tratará al goce fálico. En un texto, llamado “Carta al pito”, Biza nos ilustra como ese goce fálico no se deja regular ni por las palabras ni por la masturbación. Nos anuncia, en la novela, que se emborracha con frecuencia, medio para alcanzar la indiferencia.

Finalmente está la vía de la escritura y, quizá, habitar una lengua creada que reconcilie los malentendidos.

Pero los intentos fracasan. Su proyecto de rechazo encuentra un límite en la mortificación y en un claro empuje suicida. Enfrentado al vacío de un balcón siente la atracción de arrojarse.

No sin una reflexión vinculada al goce de sus padres logrará ubicarse en algún lugar vital. Ese goce parental no logra mantenerse como secreto, quedando expuesto en el rostro de la madre.

Para escapar de la muerte deberá reconcializarse con su padre y, por ende, con el mal. Así recuerda, no sin excitación, haber destrozado a una mujer.

El padre y el mal
La novela parte de un reconocido hecho policial. El polifacético Raúl Barón Biza convoca a su esposa para concretar un demorado divorcio. Una vez realizadas las firmas, Raúl arroja ácido en el rostro de la mujer. Luego se dispara en la sien.
Jorge, hijo de ambos, acompañará a su madre en las tareas de reconstrucción del rostro. Pasarán 12 años antes de obtener el alta. Poco tiempo después ella se arroja desde un balcón. Jorge también se lanzará al vacío, dos años después de publicada su novela.

Bibliografía:

  • Baron Biza, J. “El desierto y su semilla”. 1ª edición. Eterna Cadencia Editora. CABA.
  • Miller, Jacques-Alain,  “Introducción a la Clínica Lacaniana”. Conferencias en España. RBA, Barcelona. 2007

Artículo publicado en el Encuentro Americano de Psicoanálisis de Orientación Lacaniana (ENAPOL). FAPOL, Buenos Aires, 2017