Clínica

Comentario sobre la conferencia en Ginebra sobre el síntoma, Jaques Lacan, 1975 *

Por Rosa Lopez

Conferencia pronunciada el 17 de octubre de 2020 para la apertura del curso 2020-2021 del Seminario del Campo Freudiano en Málaga.

Introducción

“Demostré que para saber apreciar una definición de Lacan hay que saber en qué momento la formuló. Lejos de hacer el culto de citar a Lacan como si fuera la verdad revelada, pienso que se trata siempre de un momento, de una inflexión, de una reflexión en constante revisión”[1]

Esta cita me ha servido como brújula para realizar la presentación de la Conferencia en Ginebra, ya que, con muy pocas palabras, Miller nos advierte de varias cuestiones importantes para leer a Lacan:

  1. Las definiciones de Lacan no son eternas, sino que varían según el punto de elaboración en el que se encuentran en cada momento. El Seminario XX es el ejemplo más notable de cómo, sirviéndose del utilitarismo de Jeremy Bentham, mantiene los mismos términos -el Otro, el significante, el amor, el inconsciente, el falo- pero les da otro uso. Aburrido de sus propios conceptos, quiere acabar con la rutina del significante que después de 20 años de enseñanza se repetía como si fuera el catecismo.
  2. Corremos el riesgo, casi inevitable, de caer en una exégesis de la obra de Lacan como si fuera el libro sagrado que tiene el valor de una verdad revelada. No deberíamos usar las citas de Lacan como palabra de Dios y es importante mantener siempre una distancia crítica que a la vez sea conciliable con una transferencia positiva. Recordemos que el propio Lacan reconoció que quienes mejor le leyeron fueron aquellos que no le suponían el saber. El problema es que, además, sentían hacia Lacan un franco rechazo[2].
  3. En el recorrido de su enseñanza pueden localizarse distintos puntos de inflexión. No hay más que leer Los seis paradigmas del goce de Miller[3] para hacerse una idea. Lacan no coagula el saber como un dogma, sino que va mutando en su afán por aproximarse cada vez más a lo real.
  4. Siguiendo esta orientación entraremos en la Conferencia en Ginebra. Si tuviera que resumir en una sola frase esta conferencia diría que Lacan hace una revisión comprimida de todo su sistema: desde la vida institucional, la formación de los analistas, el dispositivo del pase, su concepción del inconsciente como lenguaje y también el inconsciente como La-una-equivocación, el discurso psicoanalítico, el síntoma, el falo, lo real del sexo, el goce no todo y la inexistencia de la mujer. Por no mencionar las múltiples cuestiones clínicas a las que responde en el coloquio. Por otra parte, percibimos un trasfondo en todo lo dicho que tiene que ver con la historia, en sus distintas vertientes.

El contexto de la Conferencia de Ginebra

Veamos el momento en el que estaban las reflexiones de Lacan en octubre de 1975. Un año después dicta el Seminario 24[4] con el que se inicia lo que Miller denominó La ultimísima enseñanza. La conferencia que hoy nos ocupa fue anunciada con el titulo “El Síntoma”, pero es conocida por el nombre de la ciudad en la que se impartió. Se celebró en el “Centro Raymond de Saussure” en Ginebra el 4 de octubre de 1975, en el marco de un fin de semana organizado por la Sociedad Suiza de Psicoanálisis, afiliada a la IPA. La presentación la hizo el Sr. Olivier Flournoy, quien, a titulo personal, invitó a Jacques Lacan a que interviniera en su Seminario. Pocos meses antes, el 16 de Junio de 1975, Lacan había pronunciado en el gran anfiteatro de la Sorbona la conferencia de apertura del 5º Simposio Internacional James Joyce titulada “Joyce le symptôme”. Un mes y medio después de Ginebra comenzaría su Seminario 23, El sinthome, en el que la consideración de la biografía y de los textos de James Joyce desempeñan un papel relevante.

La historización realizada por Lacan

Parece claro, por las palabras preliminares, que a Lacan le interesa comenzar aclarando algunas cuestiones de lo que fue su relación con la IPA ante un público formado por los miembros de la IPA y sus invitados. Lamentablemente la lectura del texto nos aleja de la enunciación que obtendríamos con la escucha directa, pero podemos deducir ciertas inflexiones del tono tanto en la exposición como después en las respuestas del coloquio. Sabemos que el estilo de transmitir de Lacan era muy especial y producía un fuerte impacto en los que le escuchaban, ya sea por amor o por odio a nadie dejaba indiferente. Lacan despertaba pasiones encontradas, pero siempre respeto. La lentitud de su palabra y los largos silencios con los que las puntúa resultan inquietantes, de vez en cuando un suspiro o una inesperada elevación de voz, a menudo la burla, incluso el insulto. Sobre todo, cuando Lacan habla el sentido escapa.

La historia institucional

Recordemos que desde 1964, Lacan no formaba parte de la IPA de la que fue expulsado en una maniobra a la que comparó con la excomunión de su amado Spinoza. El daño que esto le produjo fue enorme, pero habían pasado diez años y Lacan aceptó sin vacilar la invitación de O. Flournoy, quien lo relata de esta manera “Lo llamé por teléfono y Lacan tuvo una respuesta muy impactante: “una invitación así no se rechaza”. Conocía bien a Lacan, había tenido con él una relación bastante tumultuosa. Viví en París desde 1955 hasta 1960. Hice un análisis con Daniel Lagache, mi primer control con J. Lacan y un segundo control con F. Dolto. Era en la Société Française de Psychanalyse, donde Lacan era muy complicado de entender. En esa época había algo fascinante que pasaba en su seminario de los miércoles…Había allí toda una transformación bastante fenomenal. Soy sobrino de Raymond de Saussure, el primer hijo de Ferdinand de Saussure, y la teoría del significante y del significado me interesaban mucho”[5].

O. Flournoy proviene de una dinastía de psicoanalistas genoveses. Su padre Henri Flournoy fue el encargado de hacer el informe institucional en el grandioso congreso de la IPA celebrado en Zurich en 1949. En dicho informe citó a todos los miembros franceses omitiendo el nombre de Lacan. No es de extrañar que en este reencuentro con una parte de la IPA, Lacan necesite empezar recordando la historia de las instituciones psicoanalíticas. Notamos como echa cuentas con la Internacional en una de sus casas.

Al mismo tiempo, Lacan testimonia sobre el inicio de su trayectoria en la que todos sus esfuerzos estaban dedicados a la práctica sin que sintiera espontáneamente la necesidad de dedicarse a la enseñanza. En esta ocasión explica que si empezó su enseñanza es porque se vio forzado a hacer algo para frenar la situación dictatorial de la institución psicoanalítica en el momento en que se funda el Instituto Psicoanalítico de París (1953), bajo el signo del acaparamiento de poder por parte de alguien a quien no menciona, pero podemos deducir que es Sacha Nacht con el que mantuvo una larga amistad, pero también una fuerte disputa. Nacht concebía el Instituto como algo netamente médico.

El punto de discordia era la formación de los analistas. Se mantenía la premisa de que el futuro analista debe ser “puesto enteramente bajo la tutela de su analista” y “comprometerse a no ejercer el psicoanálisis sin su consentimiento”. Hasta ese momento Lacan estaba perfectamente integrado como analista y como docente asumiendo estas condiciones. La crisis estalla en noviembre de 1953 cuando Nacht, presidente de la Sociedad de Psicoanálisis de París y también director del Instituto, propone el programa de enseñanza con dos puntos que rompieron las costuras de la institución:

  1. El sometimiento del psicoanálisis a la neurobiología.
  2. La obtención del reconocimiento del diploma de analistas por los organismos oficiales de la Universidad y el Hospital.

Esta concepción absolutamente médica del psicoanálisis hace revelarse a los no médicos: Marie Bonaparte defiende el psicoanálisis profano acompañada de otros que, aún siendo médicos, no se sienten representados bajo estas condiciones. Nacht fue el primer presidente de la comisión de enseñanza y no dejó de serlo durante años, pues con la excusa de las amenazas que pesaban sobre la SPP o de la precariedad financiera, se hace elegir año tras año. Nacht tenía un clan al que Lacan no pertenecía, pero seguían siendo amigos. Contra Nacht se forma el llamado “clan de los liberales” que se oponen al sistema jerárquico, burocrático y médico. Entre ellos estaba Françoise Dolto, pero no Lacan, quien tenía sus propios problemas con la institución. El 3 de febrero de 1953 la comisión de enseñanza cuestiona la práctica de las sesiones breves de Lacan. Nacht exige el voto unánime para mantener el encuadre clásico de los 45 minutos y lo obtiene. Es decir, Lacan votó contra sí mismo, pero mantuvo sus sesiones breves.

La primera escisión está servida y el clima pasional no es menor que el de cualquier otra institución por muy analistas que fuesen. Lacan, entre otros, presenta su proyecto de candidatura para la dirección del Instituto separándose de la referencia a la neurobiología y recuperando los ideales de Freud consistentes en enseñar todo lo que los médicos ignoran: materias literarias y culturales, mitología, historia, psicología de las religiones. Rehúsa la formalización académica de los estudios y el personalismo político de la dirección. Propone tres tipos de seminarios: comentarios de los textos de Freud, técnica analítica y psicoanálisis de niño. Deja libertad de elección a los alumnos considerando que la obligatoriedad y los exámenes degradan la formación. Otros proyectos fueron presentados y Lacan tenía una posición muy débil porque sigue incumpliendo la condición de la duración fija de las sesiones. El grupo liderado por F. Dolto y Daniel Lagache rompe la baraja con Nacht en una reunión dramática en la que dimiten ellos y también Lacan, aunque no está claro el lugar que ocupó en esta decisión y en la posterior creación de la S.F.P. (Sociedad Francesa de Psicoanálisis). Todos ellos suponían que la IPA aceptaría en su seno a esta nueva institución y, sin embargo, no fue así. Las dimisiones de la SPP, que no se habían comunicado previamente al Bureau de la IPA, fueron tomadas como dimisiones de su afiliación. Desde entonces se inició una lucha denodada durante diez años para conseguir el reconocimiento de la IPA. El ambiente era muy denso porque los propios analistas en formación sabían que no tenían acceso al reconocimiento internacional. La segunda escisión 1963/64 hará estallar el proyecto de la SFP en condiciones aún más lamentables y dolorosas, finalizando con la expulsión de Lacan.

Dos son los lugares en los que la SFP pudo implantarse: La Universidad con Daniel Lagache y la clínica del Hospital de Sainte Anne dirigida por el profesor Jean Delay, ex alumno de Janet y con cierto interés por el psicoanálisis y la literatura. La SFP, con su carácter liberal, permite que Lacan imparta seminarios abiertos al público. Lacan tomó la palabra en Sainte Anne aceptando la invitación de Jean Delay, quien se había analizado un poco con Édouard Pichon, pero, tras esta experiencia, no se mostró favorable hacia las tesis del psicoanálisis, jactándose de psicoanalizarse a sí mismo. Las cosas no iban bien entre Lacan y Delay, pero aún se pusieron peor cuando en 1956/57 Delay escribió una biografía en dos tomos de André Gide, que tuvo un gran éxito. Unos meses después, Lacan redactó su artículo «Juventud de Gide o la letra del deseo»(6), que es una respuesta crítica a la obra de Delay para demostrar que su autoanálisis no le ha funcionado. Podemos suponer que después de esto la relación entre ellos se tensó extraordinariamente dando lugar a la ruptura. Lacan aprovecha la ocasión que le da esta conferencia en Ginebra para dejar claro que no fue Delay quien le despidió, sino que él se fue dando un portazo, aunque reconoce con sorna que el otro se quedó muy contento.

Lacan pasa de la crisis de 1953 a la crisis de 1963, a la que define, siguiendo a Joyce, como crisis del agujero. Pero no de cualquier agujero, sino muy concretamente del agujero del váter en el momento en que se acciona la cisterna y se engulle el objeto. Lacan le reprocha a Freud que si su Institución se convirtió en un sumidero es porque así la quiso, como demuestra el hecho de haber elegido como salvaguarda de su pensamiento a su hija Anna, que no hizo sino destrozar su legado. Lacan hace responsable a Freud de tan desdichada decisión. Por su parte, hace gala de la buena elección de su heredero intelectual Jacques Alain Miller. No deja de ser una elección muy próxima a su hija Judith, a quien nombra presidenta de la Fundación del Campo Freudiano y que dedicó su vida a la obra del padre, aunque apenas llevó el apellido Lacan en el breve tiempo que medió entre el reconocimiento legal de la paternidad y su casamiento, donde pasó a llamarse Judith Miller. Cada uno eligió a una hija, pero Lacan se enorgullece de su elección y deplora la de Freud.

Ni en diez años de éxitos permanentes Lacan consiguió cerrar la herida que le dejó la expulsión de la SFP. Fue en el Congreso de Estocolmo (julio de 1963), en cuya Asamblea se votaba el ultimátum que la IPA impone a la SFP para darle su reconocimiento de afiliación. Los términos del ultimátum eran los siguientes: tachar a Lacan de la lista de didactas y repartir a sus analizantes y alumnos entre los otros didactas. Por la noche Lacan se entera de la decisión de la Asamblea y al día siguiente comienza su seminario Des Noms-du-Père donde se despide e interrumpe su enseñanza en Sainte Anne. El 21 de junio de 1964 anuncia la fundación de la École Freudienne de Paris con su conocida frase de inicio: Fundo tan solo como siempre he estado en mi relación con la causa analítica. Sin embargo, a Lacan le fue muy bien en esta nueva etapa; recibe el sostén de Lévi-Strauss y de Althusser, que le ofrecen un lugar principal en la École de Hautes Études, y comienza su undécimo seminario Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Lacan será director de la École desde el inicio hasta su disolución en 1980.

Durante 26 años sostuvo su propia enseñanza de los miércoles a la hora del almuerzo, en tres lugares de París: el hospital de Sainte Anne (1953-1963), L´Ecole Normal Supérieure en la calle Ulm (1964-1968), La Facultad de Derecho del Panthéon (1969-1979). Tres momentos distintos, el primero con un público más reducido e íntimo dedicado a su elaboración de la clínica, el segundo el de la seducción al mundo intelectual que pasaba por París para conocer a Lacan, y por último el de la apoteosis (Seminario XX), seguida del crepúsculo (Seminarios XXIV y XXV), en el que su psicoanálisis rompe los lazos con todo y se convierte en un psicoanálisis absoluto, sin relaciones con nadie, como dice Miller en su curso La ultimísima enseñanza de Lacan. En esta última etapa todo le parece criticable, habla mal de sus antiguos amigos Lévi-Strauss, Jakobson y hasta del propio Freud, y lo único que reconoce es el valor de la poética china. El ultimísimo Lacan hace vacilar los semblantes de los otros pero también los del propio psicoanálisis.

Volvamos a lo dicho en Ginebra y nos daremos cuenta de la manera en que Lacan menciona los Escritos como el residuo que deja su enseñanza oral cuando acaba cada curso, confesando que lo que le movía a escribir era precisamente la necesidad de dejar testimonio de su trabajo ante la IPA. Un anhelo estéril por el que nunca se sintió reconocido, porque a la IPA no le interesaban para nada ni sus escritos, ni los escritos en general. La Internacional se burla de los Escritos y además no piensa en lo que hace.

Sobre el pensamiento y el discurso analítico

Pensar es una actividad que está muy lastrada por el pegoteo de lo imaginario. El pensamiento se sostiene en el cuerpo y el ser humano está profundamente captado por la imagen del cuerpo hasta el punto de que cada uno interpreta el mundo a su imagen y semejanza. Lacan se muestra escéptico con la condición humana y dice que la posibilidad de acceder a más información no genera más tolerancia, sino la convicción de que la única visión verdadera del mundo es la propia. Eso lo estamos viendo ahora de una manera fehaciente con los fenómenos de polarización política.

Lacan advierte que cuando el analista se enfrenta al riesgo, siempre presente, de ser aspirado por los espejismos narcisistas el peligro no está tanto en la mirada, como sostiene Flournoy, como en el discurso del analizante. ¿Por qué? Porque el propio discurso es portador de sentido y el sentido es la tendencia más difícil de evitar para el ser hablante, incluido el analista: entra por el oído y se pega de tal manera que requiere un enorme esfuerzo sacárselo de encima.

A Lacan no le gustó que Flournoy no utilizase su significante “analizante”, que hizo furor dentro y fuera de su escuela porque representa la lógica del discurso analítico. El término activo “analizante” descarga al analista del trabajo y la responsabilidad única en un análisis, como queda explicado en su concepción del discurso analítico. El analizante ocupa el lugar del trabajo “siempre y cuando no se le tumbe en el diván demasiado pronto” añade Lacan en esta conferencia, en un clara advertencia dirigida a los analistas de la IPA que, por librarse de la mirada, precipitan el paso del paciente al diván.

Sabemos lo que le corresponde hacer al analizante, lo difícil es precisar lo que debe hacer al analista desde el lugar de dominio en el discurso analítico y, sobre todo, cómo se llega a ser analista. Este es el campo de batalla que Lacan sostuvo con la IPA, razón por la que fundó su propia Escuela en torno a la pregunta ¿qué es lo que hace el analista?

La autorización de los analistas

¿Cómo implementar en la nueva institución un método de autorización que no caiga en los pecados de la Internacional que produjeron su expulsión? Era fundamental establecer una diferencia entre ambas instituciones. La primera idea que lanzó para instituir su Escuela es: el analista solo se autoriza de sí mismo. Afirmación cuyo propósito es objetar la autorización externa basada en las figuras de autoridad como el profesor titular. En definitiva, ese “pobre cretino” que a base de acumular experiencia olvida qué fue lo que le llevó a hacerse analista. Cada uno de nosotros tendríamos que dar cuenta, íntima o testimonialmente, de cuál es el deseo que nos hizo buscar esta imposible profesión que es psicoanalizar, e incluso qué función de anudamiento tiene en nuestra vida.

Ahora bien, Lacan no es necio y sabe que fundar una institución en la que cada uno se autoriza por sí mismo abre la puerta a todo tipo de interpretaciones y de actings. Por eso sigue dándole vueltas a la gran pregunta ¿qué es un analista?, cuya respuesta o se escapa como agua entre las manos o se la intenta forzar metiéndola en el molde de la reglamentación. Del mismo modo que cuando se aborda un síntoma no se puede hacer de manera frontal sino que hay que ir cerniéndolo, la autorización del analista no se puede zanjar con el cumplimiento de unas reglas, siempre arbitrarias. Lacan quiso salir del corsé ritualizado del estándar psicoanalítico y aproximarse a la ciencia para sostener una perspectiva hacia lo real, pasando del protocolo ceremonial al protocolo de la experiencia. Con la condición de que se trate de una experiencia muy particular, muy distinta a las otras, que necesariamente se sirve del semblante para poder ir mas allá, en la perspectiva de aproximarse a lo real.

Una vez más se planteó la cuestión del analista tomando una vertiente que Freud abrió: el final del análisis. Esto le llevó a preguntarse qué se puede esperar de un análisis y si su final es posible. Una vez que llega a la conclusión de que el análisis tiene un fin lógico necesita establecer su demostración y, además, darle a su institución un nuevo método de nombrar analistas, pero sobre todo obtener una enseñanza sobre lo que se espera de un análisis. Es esto lo que trata de transmitir en Ginebra poniendo el acento en que su procedimiento del Pase, para evitar todo tipo de falseamientos, no incluye el encuentro directo del candidato con las figuras de autoridad. El candidato al Pase da testimonio a dos personas debutantes, que se las considera a su mismo nivel. No obstante, Lacan nunca pensó el dispositivo del pase como algo obligatorio, incluso para aquellos que consideran que han finalizado su análisis, y por eso hace del pase algo compatible con la libertad de aquel que se autoriza y se posiciona como analista. Es interesante que en las preguntas del coloquio los presentes no manifiestan ningún interés sobre el Pase o el final del análisis, ni sobre las cuestiones institucionales. Como veremos, toman a Lacan como un Sujeto Supuesto Saber que puede aportarles algo interesante respecto a los impasses con los que se encuentran en la clínica.

Los “ a pesar de todo” de Lacan

A pesar de todo, después de mostrar los cambios que había introducido en la fundación de su Escuela a ese público que conserva los mismos procedimientos jerárquicos desde el primer día, baja el tono subversivo para decir “siempre hay que cuidarse de innovar, no es mi estilo, nunca innové nada”. Efectivamente, el pase no se salva de los vicios institucionales y por muy mediado que esté por la figura de los pasadores, no puede hacerse sin un jurado que se asemeja bastante a una figura de autoridad. El jurado no tiene por qué estar compuesto por los más notables, pues es elegido democráticamente en asamblea y con voto secreto. A pesar de todo, los elegidos son siempre los más notables, lo que demuestra que la masa quiere líderes y elige a los que ya tienen experiencia en el funcionamiento institucional, ergo la libertad es más bien una pretensión a la que, al menos, hay que darle sus oportunidades para que, a veces, nos sorprenda. Lacan reconoce que el procedimiento del Pase tiene algo fallido y no porque algunos de los testimonios no den prueba de su autenticidad, sino porque se convirtió en una selección y, como sabemos, toda selección acoge a unos y deja fuera a otros. Es notable captar en estos párrafos la sensibilidad de Lacan respecto a la herida que produce en el pasante testimoniar de lo más íntimo y recibir una respuesta negativa: se sienten depreciados, aunque yo hago todo para que no suceda. ¿Qué es lo que hace Lacan?, darle valor al testimonio no por la vertiente del final sino por la del inicio, es decir, por la manera en que cada uno ha entrado en análisis dando cuenta de su condición de analizante aunque no de analizado. Para ser miembro de la Escuela de Lacan solo hay una cosa exigible sin concesiones: haber pasado por la experiencia. Supongo que es en estas palabra dichas en Ginebra y en otras parecidas que se inspiró Miller cuando en 1991 lanzó la idea del pase a la entrada, conocido como “la cuestión de Madrid”, que establecía un método de admisión en las escuelas para aquellos que demostraban estar en un análisis digno de ese nombre.

Una nueva idea de inconsciente

Lacan hace un repaso de las formaciones del inconsciente mencionando los tres grandes textos de Freud sobre el tema(7), en los que se despliega lo que denomina la función del simbolismo”, introducida por la manera en que los padres transmiten un modo de hablar a la vez que una marca perdurable de cómo ese ser hablante ha sido concebido y recibido.

La importancia que El ultimísimo Lacan le da al aprendizaje de la lengua en la primera infancia encontramos tiene un cierto tono sociológico. Es una perspectiva muy diferente a la que sostenía en sus inicios, donde el niño entraba en la estructura del lenguaje de golpe y, por tanto, se despreciaba la cuestión del aprendizaje. Ahora nos viene a decir que la cosa es muy simple: “aprendemos a hablar y esto deja huellas”. Es precisamente el modo en que aprendemos a hablar lo que configura el sinthome y es con el Otro de la familia que se inicia este proceso. No hay relación sexual, pero hay relación intergeneracional entre padres e hijos o abuelos y nietos: la manera en que le ha sido instilado un modo de hablar no puede más que llevar la marca del modo bajo el cual los padres lo han aceptado. Sé bien que hay en esto todo tipo de variaciones, y de aventuras. Incluso un niño no deseado puede, en nombre de no sé qué que viene de sus primeros bullicios, ser mejor acogido más tarde.

El niño está en el lenguaje como estructura, pero es el estilo familiar el caldo de palabras que le hicieron beber. Ese caldo es como una escuela de confusión y equívocos a veces muy divertidos y a veces fatales. Dos ejemplos: la hija pequeña de una psicoanalista creía que se decía “envidiafálica” a toda muestra de envidia y usaba este término ante la incomprensión de los otros niños. Una analizante recupera el recuerdo de que a los cinco años su madre la llevó a un casting de niños en el que no fue seleccionada. La respuesta que dieron se le quedó grabada: “no se ríe” produciendo un equívoco que se mantuvo en el tiempo. No sabía si la habían descartado porque no se reía (no se ríe) o, si por el contrario, la habían descartado porque se reía (no, se ríe). Finalmente, devino actriz cómica.

Lacan da su propio testimonio de cómo actuó en él el equívoco de lalengua y cuáles fueron las consecuencias: No es de ningún modo al azar que en lalengua, cualquiera que ella sea, cuya primera impronta recibió alguien, una palabra es equívoca. No es ciertamente por azar que en francés la palabra ne {no} se pronuncie de una manera equívoca con la palabra noeud {nudo}. No es de ningún modo por azar que la palabra pas {no}, que en francés redobla la negación contrariamente a muchas otras lenguas, designe también un pas {un paso}. Si yo me intereso tanto en el pas, no es por azar. Es completamente cierto que es en la manera con la cual lalengua ha sido hablada y también oída por tal y cual en su particularidad, que algo a continuación volverá a salir en sueños, en todo tipo de tropiezos, en todo tipo de maneras de decir.

El inconsciente de cada uno es una invención, una elucubración sobre esa lengua particular en la que nos hemos cocinado y para Lacan esta invención no es ajena a haber nacido de un ser que lo deseó o no lo deseó, pero que ya solo por ese hecho (haber nacido de otro) lo sitúa de un cierto modo en el lenguaje…la audacia de Freud es decir que se tiene en alguna parte la marca (del origen) en el sueño mismo.

Citemos a Freud: Todo sueño tiene por lo menos un lugar en el cual es insondable, un ombligo por el que se conecta con lo no conocido (Unerkannten)(8). Cuando los significantes se enchufan en un cuerpo dejan un estigma. Es un hallazgo que Freud usase un término corporal, el ombligo, para metaforizar esa cicatriz que se ha cerrado pero que es la prueba fehaciente del cordón que unía el cuerpo hablante por venir con el cuerpo hablante de la madre. La audacia de Freud es no haber reducido el sueño a su atractiva faceta de representación, ficción y verdad, sino admitir el límite de todo esto y, por ende, el límite de la interpretación. Además del mensaje inconsciente en el sueño encontraremos siempre un ombligo que nos recuerda que hay un origen especifico, que no venimos de una coliflor, que somos hijos de un deseo, que a la vez es insondable, que nos conecta con lo real de la lengua y que no es susceptible de retornar a la conciencia porque se ha cerrado para siempre en lo que Freud nombró como represión primaria.

Pero, no hay una de cal sin otra de arena y a renglón seguido Lacan critica a Freud nada menos que en su elección del término inconsciente. Lo nombró mal, asevera, porque no se trata del negativo de lo consciente ni de lo no sabido, sin más. Lo esencial del descubrimiento de Freud es que no hay necesidad de saber que se sabe para gozar de un saber. El parlêtre goza más de lo que no sabe que sabe, lo mal llamado inconsciente, que de lo que sabe a conciencia, por eso se aferra a su síntoma o detiene su análisis precisamente para no renunciar a esa satisfacción. Pero lo esencial aquí, en este marco de la institución creada por Freud, es que Lacan corrige a Freud hasta en su concepción del inconsciente y cambia su fuente de inspiración pasando de Freud a Joyce quien le permite hacer despertar al psicoanálisis de “su sueño dogmático”. Joyce es para Lacan aquel que tiene el privilegio de haber llegado al extremo de encarnar en él el sínthoma. Lo decisivo es que el sínthoma que ahora guía a Lacan no es una formación del inconsciente sino una modalidad de goce.

El inconsciente fue el síntoma de Freud y lo Real es el síntoma de Lacan, por eso necesita proponer otra expresión que vaya más allá del inconsciente y lo hace por vez primera en el seminario Le Sinthome. El inconsciente como la una equivocación del Seminario 24. L´une bévue en francés es homofónico con la palabra alemana Unbewusste (lo no sabido o lo no conocido). Se trata de darle una nueva orientación al inconsciente para hacer recaer el acento no en el Otro del deseo sino en el Uno del goce. Siendo la una equivocación anterior al Otro, a la madre, a la familia. No obstante, Lacan sigue haciendo sus retoques a la teoría freudiana, sosteniendo la importancia que tiene para cada sujeto el deseo que le trajo al mundo, que siempre es deseo del Otro.

Ahora le toca a la vertiente sexual y no solo a la del saber. Sobre el autoerotismo como primera modalidad de goce en el niño, Lacan utiliza un ejemplo clínico del propio Freud para contradecir el estatuto autoerótico de la masturbación. Se trata del famoso Juanito en el encuentro con sus primeras erecciones y masturbaciones fuente de un goce que, aunque parece estar en su propio cuerpo, le resulta lo mas extranjero y radicalmente hetero que le había sucedido en la vida. El goce que es resultado de este Wiwimacher le es ajeno, al punto de estar en el principio de su fobia. La fobia es ya la respuesta con la que Juanito intenta defenderse y a la vez subjetivizar lo acontecido en su cuerpo. Lacan radicaliza la dimensión del inconsciente al poner el foco en la irrupción de un goce que despierta lo real del cuerpo en un ser hablante. Es interesante porque ese goce que el niño encuentra sorpresivamente con la masturbación le separa del Otro materno, es un goce sin el Otro ante el cual el sujeto está solo. Surge como algo extraño y exterior que produce la angustia. Algo “se goza” en su cuerpo sin que el niño entienda nada. No es lo mismo ser el falo de la madre que experimentar el goce en un órgano que no obedece a la voluntad y cuya primera vez resulta traumática. “Todos los días vemos tipos que nos cuentan que de su primera masturbación se acordarán siempre, es algo que rompe la pantalla”. Juanito sintió que el paraíso narcisista que mantenía con la madre no podía incluir este goce que ella prohibía. El varón tiene que elegir entre seguir siendo el falo de la madre o gozar del pene. Esto explica el síntoma de la impotencia masculina y también la formación del síntoma de la fobia.

La ontología

El inconsciente es una invención en el sentido en que es un descubrimiento, que está ligado al encuentro que ciertos seres tienen con su propia erección (entendido como su propio goce). Así llamamos a eso “ser”, porque no sabemos hablar de otro modo. Mejor sería prescindir de la palabra ser.

Al hablar en términos de ser Lacan tiene que enfrentarse a una cuestión que siempre le persiguió: la ontología. La ontología se le pegotea en ese significante cargado de connotaciones filosóficas y religiosas que es el “ser”, solo que el ser al que se refiere Lacan es un ser humillado y sensibilizado por ese “chancro” que es el lenguaje. Sustrato de humus, de desperdicios, que el proceso de adquisición del lenguaje deja en el niño y con lo que tendrá que arreglárselas porque, aunque al principio no se detecten las consecuencias, más adelante será a esos restos a los que se agreguen los problemas que den lugar al sueño de angustia y al síntoma donde se juntan el lenguaje con la realidad sexual.

Para el psicoanálisis solo hay un real que es lo real del sexo tan apartado del instinto que determina todas las elucubraciones del inconsciente, los sueños, los síntomas, los delirios o las perversiones. Lacan necesita hacer pasar a ese público de psicoanalistas que piensan como psicólogos su axioma fundamental: La relación sexual no existe. Lo hace con tanto tino que no solo no se revelan sino que, en el coloquio, le dicen que les han encantado sus bellas palabras. Leamos directamente: Todo hombre no es apto para satisfacer a toda mujer. Es preciso que se contente con soñar con eso porque no solamente no satisface a toda mujer, sino que La mujer no existe (pide perdón a los presentes del MLF). Hay mujeres, pero La mujer es un sueño del hombre. En el coloquio Flournoy le dice: usted ha dicho frases muy bellas sobre la mujer.

Finalmente, esta conferencia nos ofrece algo muy valioso, que es el coloquio. Los doctores de la Internacional están acuciados por los problemas clínicos que les sumen en la impotencia: “los autistas no me escuchan”, “con los psicosomáticos severos no se sabe cómo hay que hacer para engancharlos”, “¿cómo desmontar la estructura de los obsesivos que mientras piensan se dispensan?” “¿es posible el tratamiento psicoanalítico de las psicosis?” Lacan les da una extraordinaria lección de clínica con la que demuestra que sus conceptos no son elucubraciones abstractas, sino una nueva visión de lo que ha de hacer el psicoanalista.

NOTAS

  1. J. A Miller. El establecimiento de “El seminario” de Jacques Lacan. Editorial Tres Haches
  2. Jean Luc. Nanci y Lacoue-Labarthe en su comentario de La Instancia de la Letra
  3. J.A Miller. Los paradigmas del goce
  4. J. Lacan. Seminario 24. L´insu qui sait de l´une bévue s´aile à mourre. Inédito.
  5. http://www.revistavirtualia.com/articulos/684/destacados/entrevista-a-olivier-flournoy
  6. Jacques LACAN, «Juventud de Gide, o la letra y el deseo», en Escritos 2, Siglo Veintiuno Editores
  7. La interpretación de los sueños. Psicopatología de la vida cotidiana y El chiste y su relación con el inconsciente
  8. Freud, S. Interpretación de los sueños (1900), Ed. Amorrortu, Tomo IV, página 132.

* Lacan, J., Conferencia en Ginebra sobre el síntoma, en Intervenciones y Textos, Ed. Manantial, Buenos Aires, 1988, Trad. Diana S. Rabinovich.
Artículo completo disponible en https://www.redicf.net/comentario-conferencia-ginebra-sintoma-lacan/