Literatura

El lector de Cortazar

Por Gerardo Battista

“La literatura no nació para dar respuestas
(…) sino más bien para hacer preguntas”.
Julio Cortázar en “Realidad y literatura en América Latina”

Julio Cortázar rompe con el mecanismo estructural de la literatura clásica, donde el lector mantiene una relación pasiva con una historia que se hilvana, de inicio a fin, bajo la promesa apaciguante de “la última palabra”. La escritura Fantasy arranca al lector de la aparente comodidad del mundo conocido transformándolo en Unheimlich, agujereando la compresión ilusoria, hace experimentar un destello de lo que desborda a la palabra. El elemento fantástico provoca en el lector una disyunción que no es sino la ruptura del orden cerrado de la extimidad que cede a un régimen abierto. ¡Un cronopio, misterio de lo no representable! Un dibujo fuera del margen, un poema sin rimas, en palabras del autor. Un sinsentido disparatado del chiste freudiano que balbucea la presencia real en el lugar de la inexistencia de garantía del texto del Otro. Punto de interés para el psicoanálisis, pues resuena con la orientación política de la interpretación analítica, corte que abre otro espacio al de los dichos, fuera de sentido, y procede por equívocos. En sus cuentos, como en la aventura de un análisis, las vueltas de los dichos tropiezan en la gramática y en esos tropiezos se escribe la relación del ser hablante con un real. Territorio de un rasgón que se escribe con el cuerpo, refugio del silencio, a contrapelo de la gramática del barullo de los enredos del sentido de la ficción neurótica por excelencia, la novela familiar. La novela, por su narrativa significante, no permite que emerja un real porque, en su elucubración, la verdad hace de velo al goce inherente a la escritura del cuerpo.

Cortázar inventa con su literatura una poética de los intersticios, advertido del terrible problema de que apenas “esas perras negras” saltan de la boca, se embrollan inevitablemente en la madeja del malentendido, todo el horror del lenguaje, las palabras… En una carta a Aurora Bernárdez, luego de que Porrúa leyera Rayuela, escribe: “ahora me puedo morir porque allá hay un hombre que ha sentido lo que yo necesitaba que el lector sintiera. El resto será malentendido, idiotez, elogio, la feria de siempre. Ninguna importancia. Y lo que en el fondo más me ha gustado es que haya tenido el deseo de tirarme con el libro por la cabeza” (Carta de Julio Cortázar a Francisco Porrúa, 25 de Julio de 1962 -Versión digital-).

¿Cómo logra un escritor transmitir esa unión enigmática entre la palabra y el cuerpo del escrito? El trabajo de Cortázar sobre el lenguaje depura un estilo fundamentalmente lúdico, ceñido de ambigüedad (“Mi desdicha y mi dicha al mismo tiempo fue el no aceptar las cosas como dadas”. Julio Cortázar por Omar Prego, Montevideo, Trilce, 1990, p. 35-36) a la que transita y nos inquieta en tanto lectores, ante la sospecha de la existencia de Otro borde. Sus personajes son los perseguidores que contornean y torsionan lo que está detrás de los límites, de los pliegues que producen al objeto, de la penetración ontológica, como ser, en su cuento “Los premios” que “hay ese fenómeno, esa toma de conciencia de las limitaciones lingüísticas de un escritor” (Entrevista Cortázar por Cortázar, realizada por Evelyn Picon Garfield, Universidad Veracruzana, Cuadernos de Texto Crítico, México, 1978 -Versión digital-).

A pesar de la cartografía de lo inmanejable, siguen persiguiendo, aunque la revelación nunca llega, o quedan en el camino, o su final es trágico, figuras retóricas que no serán capaces de articular lo que han encontrado, pero esos mismos signos que trazan ese espacio indefinible entre una Cosa y la Otra están ahí…en el centro vacío de las palabras. “Por lo que me toca, me pregunto si alguna vez conseguiré hacer sentir que el verdadero y único personaje que me interesa es el lector, en la medida en que algo de lo que escribo debería contribuir a mutarlo, a desplazarlo, a extrañarlo” (Cortázar, J. Rayuela, México, Alfaguara, 2003, p. 468).

Rayuela es un libro que conoce del tiempo y su lectura lo transforma, trazando un recorrido especial (Miller, J.-A. Los usos del lapso. Bs. As, Paidós, p. 230), el de cada lector. En la literatura de Cortázar no es que al lector le es dictado el saber del escritor sino que el escrito mismo se hace al deseo del lector. La función de la escritura en Cortázar, con valor de acto, es escandir al lector ante el encuentro con lo que aCosa. Instante en que el pasado y el futuro desaparecen, solo resta el presente. Escribir es un acto que cala márgenes donde instilan briznas de letras vivas. En esa zona de misterio, con su trazo, Cortázar hace percutir en el cuerpo del lector ecos de lo real sonoro de la palabra: ”Escribo por falencia, por descolocación; y como escribo desde un intersticio, estoy siempre invitando a que otros busquen los suyos y miren por ellos el jardín donde los árboles tienen frutos que son por supuesto, piedras preciosas” (Cortázar, J. Cuadernos de Marcha, Segunda época, Año V, 26, marzo/abril de 1984. p. 235).

Psicoanalista. Miembro de la EOL y la AMP.Docente UBA.
Artículo completo disponible en DISPERSOS DESCABALADOS
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