Actualidad

De Hiroshima a Wuhan: El objeto técnico elevado al cenit social

Por Miguel López

En la ciudad de Wuhan (China), a fines de 2019, un virus denominado SARS-CoV2 se transmitió por primera vez de un cuerpo a otro, generando los síntomas del denominado COVID-19, popularmente conocido como coronavirus, devenido ya en significante amo.

A partir de ese momento, el impacto de ese real dio lugar a transformaciones a nivel planetario que no se registraban desde la segunda guerra mundial, finalizada en 1945. El fenómeno de la COVID-19 se constituyó en una temática de una magnitud epistémica casi sin antecedentes, desde la microbiología buscando trazar las leyes naturales que lo rigen y así alcanzar la "bendita" vacuna que nos salve, hasta el nivel más alto de la macroeconomía intentando predecir un nivel posible de derrumbe de los mercados financieros. En el medio los sujetos, algunos sometidos a la ciberbiovigilancia, otros al confinamiento obligatorio, todo bajo los ideales de la salud y la seguridad.

En La Tercera, conferencia dictada en la ciudad de Roma el 1 de noviembre de 1974, Jacques Lacan va a plantear lo siguiente: "La ciencia parte de la letra, por tal razón, pongo mis esperanzas en el hecho de que, pasando por debajo de toda representación, tal vez lleguemos a obtener algunos datos más satisfactorios sobre la vida"[1]. Ya en el esquema de nudo borromeo allí desarrollado, Lacan va a enlazar a la ciencia con el goce de la vida, en función del modo en que la primera puede tocar algo de lo real. Podemos encontrar aquí una perspectiva de cierto optimismo respecto a lo que el saber científico puede llegar a proporcionar.

Ahora bien, no son pocas las acusaciones respecto a la responsabilidad de "la ciencia" en la producción y expansión del SARS-CoV2. Y es en esa dirección hacia donde deben dirigirse las refutaciones. Dice Miquel Bassols: "El problema es que, en lugar de la ciencia, lo que apareció en el centro del escenario fue el objeto técnico elevado al cenit social, y según unas leyes cada vez más independientes del pensar de la ciencia misma"[2]. Es decir, en la época actual del capitalismo, los objetos técnicos que él mismo produce van insubordinándose paulatinamente y con leyes propias, por fuera de la ciencia que los vio nacer. Es lo que Judith Miller denominará "cientismo"[3], esa alianza entre la tecnología y el amo capitalista.

Es Jacques-Alain Miller quien también nos orienta en esta dirección: "Nos damos cuenta hoy de que la tecnología no está subordinada a la ciencia, representa una dimensión propia de la actividad del pensamiento"[4]. Un planteo interesante que nos permite retomar acusaciones que en su momento recibió Albert Einstein y su teoría de la relatividad en el desarrollo de la energía nuclear que desembocó en la bomba arrojada sobre Hiroshima el 6/8/45, y que adquieren actualidad en función de los últimos acontecimientos. En el despegue del objeto técnico intervienen tanto el discurso amo como el discurso capitalista, Estados y empresas multinacionales con objetivos puntuales que se sirven del saber científico.

Sabiendo que esperar el "milagro" de la vacuna nos llevaría al terreno místico, es fundamental considerar que si bien la ciencia y la religión son modos de garantizar el sentido cuando lo real irrumpe de modo traumático, hoy asistimos con el fenómeno de la COVID-19 a un despliegue delirante de teorías causales, con diferentes líderes religiosos encargándose de ubicar en el aborto o en el matrimonio gay el origen del virus, con el sufrimiento del mundo entero como un modo de costear esos pecados cometidos. El trabajo de los científicos se enmarca claramente en otro nivel de formalización.

Ahora bien, los gadgets que se desbocan a consecuencia de la pandemia, se elevan cada vez más al cenit social, lo cual está explicitado en las medidas de contención llevadas a cabo en países orientales como Corea del Sur o Singapur. Allí, el control de los ciudadanos se realiza a través de sus dispositivos informáticos móviles y sus tarjetas de crédito, una ciberbiovigilancia en desmedro del resguardo de la identidad de cada paciente. Aquí Éric Laurent, con habitual lucidez, nos advierte lo siguiente: "…será necesario, uno por uno, contribuir a dilucidar cómo las prácticas de restricciones colectivas a las que damos consentimiento deben ser elaboradas para hacerlas soportables"[5]. El cientismo detrás del exitoso modelo oriental proporcionará gadgets que bajo el rótulo de haber posibilitado derrotar a la COVID-19, servirán a su vez al objetivo de una sociedad cada vez más vigilada.

Las preguntas que Lacan se hace en La Tercera finalmente tuvieron un carácter premonitorio: "Los gadgets, por ejemplo, ¿se desbocarán verdaderamente? ¿Llegaremos nosotros mismos, acaso, a ser animados por los gadgets?"[6]. En este punto, el discurso capitalista pone en lo alto a los objetos técnicos, cada vez más al servicio de la pulsión de la muerte. Será un debate ético de los ciudadanos delimitar cuáles son los márgenes permitidos para no ceder en las indispensables porciones del goce de la vida que a cada uno nos causan la existencia, hoy amenazadas por ese virus. Allí yace la paradoja.

NOTAS

  1. Lacan, J. (2015). La Tercera – 1974. En Lacaniana N°18. Bs. As.: Grama. Pág. 31.
  2. Bassols, M. (2018). Una política para erizos y otras herejías psicoanalíticas. Bs. As.: Grama. Pág. 95.
  3. Miller, J. (2018). Cientismo, ruina de la ciencia. En Lacaniana N°24. Bs. As.: Grama. Pág. 11.
  4. Miller, J.-A. (2007). Nullibieté. Inédito.
  5. Laurent, É. (2020). El Otro que no existe y sus comités científicos. https://psicoanalisislacaniano.com/2020/03/19/otro-no-existe-comites-cientificos-elaurent-20200319/
  6. Lacan, J. (2015). La Tercera – 1974. En Lacaniana N°18. Bs. As.: Grama. Pág. 32.