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Chat GTP-3, DALL-E 2: ¿nos reemplazará la Inteligencia Artificial?

Por José Ramón Ubieto

"Si trabajas de radiólogo eres como el coyote que ya está al borde del precipicio, pero no ha mirado hacia abajo". Esa es la 'mala noticia' que Geoffrey Hinton, "padrino" del aprendizaje profundo, lanzó en 2016 advirtiendo que la IA era más adecuada que los médicos para leer imágenes de resonancias magnéticas. Lo cierto es que estamos en 2023 y ni un solo radiólogo ha sido reemplazado. Más bien, hay consenso en que el aprendizaje automático que ofrece la IA aplicado a la radiología es más difícil de lo que parece.

Hoy estamos lejos de que las máquinas puedan realmente entender el lenguaje humano. Elon Musk también nos anunció que el nuevo robot humanoide en construcción, Optimus, algún día sería más grande que la industria del automóvil, pero el día de demostración de las virtudes de la IA para Tesla (2021), Optimus resultó ser un humano disfrazado y, cuando usaron el "Modo de conducción autónoma total", su Tesla no reconoció a una persona parcialmente oscurecida por la señal de alto que llevaba, ni tampoco la señal, así que el conductor humano tuvo que hacerse cargo. Ante la sorpresa, el sistema no supo qué hacer.

Desde hace unas semanas no paramos de leer noticias del éxito del chat GPT-3, un producto de OpenAI -empresa que cuenta entre sus promotores a Elon Musk, Mark Zuckerberg o Bill Gates, a pesar de presentarse como "sin ánimo de lucro"- que es un modelo de lenguaje que emplea aprendizaje profundo para producir textos que simulan la redacción humana. Su versión beta está disponible "gratuitamente" para que todos los usuarios la entrenen bien (esto sí es gratuito) para conseguir una futura versión pro de pago. Hasta la fecha no han conseguido evitar -por la carencia de contexto que tiene- que produzca información errónea como imputar a Bill Gates la invención del COVID-19, afirmar que las vacunas no son muy efectivas o proponer que sacrificar humanos sería la única vía para evitar el fin del mundo. Es previsible que el entrenamiento voluntarioso de los más de un millón largo de usuarios, que ya consiguió en los primeros 5 días (ahora, una búsqueda en Google muestra más de 700 millones de resultados), vaya mejorando el programa. También DALL-E 2, otro producto de la misma empresa está disponible en abierto y permite dibujar cualquier instrucción de texto que se le da. Lo hace tan diligentemente que ya algunos artistas digitales y otros profesionales lo usan para sus esbozos, a partir de los cuales ellos finalizan su obra.

Todos estos sistemas son exitosos -y cada día mejorarán- cuando aprenden de ejemplos específicos que han visto antes, pero tropiezan cuando se enfrentan a alguna novedad. Su opacidad y falta de transparencia (algoritmos "invisibles") caracteriza la llamada "caja negra" de la IA. Mientras los resultados sean exitosos no nos preocupa demasiado no poder explicar cuáles son las causas subyacentes de estos beneficios. El problema es que cuando hay en juego vidas humanas -como en radiología o en los automóviles sin conductor- conviene ser cautelosos.

Su novedad y avances nos vuelve temerosos porque nos asusta pensar que nos volveremos obsoletos pero la IA, a día de hoy, no reemplazará la inteligencia humana porque su sistema solo responde al "qué", no al "por qué" y mucho menos al "¿qué pasaría si…?" La complementará porque puede componer una sinfonía parecida a las de Beethoven o replicar un Rembrandt, pero no capta algo tan humano como los conceptos de causalidad e imaginación porque la IA aprende, pero no comprende. Y, sobre todo, se inspira en cosas ya hechas, no en experiencias de vida. Estos avances nos plantean dilemas que tendremos que ir discutiendo sobre la creatividad (¿los artistas no crean acaso también a partir de patrones anteriores realizados por otros artistas?), la autoría legal y la privacidad y los sesgos que reproduce.

Los límites actuales de la IA tienen que ver con los usos del lenguaje que hacemos los seres hablantes que van más allá del código universal y que incluyen el humor, la ironía o el doble sentido de las palabras. Por eso, GTP3, de momento, no consigue hacer un buen chiste ni comete lapsus, como tampoco entiende las homofonías imposibles del Finnegans Wake joyceano, ni las curiosas explicaciones de un expresidente gallego o la letra de canciones como Motomami. Para eso, los humanos seguimos siendo insustituibles, pero ¿hasta cuándo?