Clínica

“Orientación Lacaniana”, la subsistencia de una enseñanza

Por Carlos Augusto Nicéas

Amanda Dupont. “De las horas circulares”. Acrílico

“Urgente, en todo caso nos parece la tarea de desbrozar en nociones que se amortiguan en un uso de rutina el sentido que recobran tanto por un retorno a su historia como por una reflexión sobre sus fundamentos subjetivos. Ésta es sin duda la función del docente, de donde todas las otras dependen, y es en ella donde mejor se inscribe el precio de la experiencia” [1]

El uso rutinario de las nociones las amortigua, Lacan nos advirtió de eso en sus Escritos. Y, antes que la muerte alcanzase el pensamiento de Freud, Lacan decidió enseñar el psicoanálisis con esa vida en el centro: disuelta su Escuela, convocó a sus alumnos para que, en una nueva Escuela, fueran “el núcleo a partir del cual es posible que mi enseñanza subsista”[2] .

Su decisión de enseñar tuvo como escenario la crisis de la institucionalización de la formación del analista, en 1953, en la Sociedad Psicoanalítica de Paris. Si a la IPA le interesaba proponer cambios de finalidad y de técnica, para Lacan, era urgente denunciar en los analistas la “aversión del interés en cuanto a las funciones de la palabra y en cuanto al campo del lenguaje”[3] en el psicoanálisis. Así, su “Discurso de Roma” rompía con “el estilo tradicional que, sitúa el “informe” entre la compilación y la síntesis, para darle el estilo irónico de una puesta en tela de juicio de los fundamentos de esa disciplina”[4] . El Seminario sobre los escritos técnicos de Freud, acogió los alumnos con el sentido de su enseñanza: “Si no vienen aquí a fin de cuestionar toda su actividad, no veo por qué están ustedes aquí. ¿Por qué permanecerían ligados a nosotros, en lugar de asociarse a una forma cualquiera de burocracia, quienes no sintiesen el sentido de nuestra tarea?”[5] .

Conmemorar los 50 años de los Escritos de Lacan es una ocasión para rever la subsistencia de su enseñanza entre nosotros. He dejado en un texto, a guisa de conclusión, una pregunta: sería posible decir que hoy la formación del analista guarda, aún, su estrecha dependencia de una enseñanza cuya finalidad Lacan calificó de transferencial?[6]

Jacques Alain Miller nos hizo recordar que, decidiendo enseñar el psicoanálisis bajo el signo de un retorno a Freud, Lacan se obligó a dar cuenta de su práctica públicamente y a cada semana, para responder a la cuestión: ¿en qué condiciones el psicoanálisis es posible?[7]

En 1998, en la Asamblea General de la AMP, acusado de no querer separar, en la Asociación, dirección y orientación, Miller retoma, en su defensa, los modos de articulación del Uno y de lo Múltiple en la IPA y en el Campo freudiano: la IPA tiene el “standard” como “cemento unitario”; en el Campo freudiano el Uno se expresa “en lo que llamamos, sin haber establecido su concepto, la orientación”, y enfatiza la radicalidad de esta diferencia: “La orientación, no el standard”, cuya definición él ancla en el “gesto inaugural de Lacan” restaurando el campo de la palabra y la función del lenguaje en la descubierta freudiana[8] .

Articulé algunos tramos de la cuarta parte de su informe a la AMP: Del retorno a Freud, “aún no se dijo nada: fue un slogan, un significante amo cuyo sentido sólo viene del significante del contexto al que se articula. El “retorno a Freud”, ostentando una significación regresiva, conservadora, ortodoxa, era sólo la fachada para proteger la investida innovadora de Lacan de la acusación de desvío mortal, en un campo donde la referencia al fundador se constituye en un shibolet obligatorio (…). Se trataba bien de otra cosa: Lacan volvió a Freud como la lengua común del psicoanálisis (…). Resumiendo: El significante del “retorno a Freud” gana su sentido a partir del significante “Babel”, con él, Lacan designaba el estado de la comunicación en el movimiento psicoanalítico (…). “Retorno a Freud” quiere decir: reelaboración, a partir de Freud, de una lengua común en el psicoanálisis (…). Desde siempre, desde el origen, la orientación lacaniana es la anti-Babel, es la posibilidad de la comunicación de los psicoanalistas entre ellos y con lo público, con la “esfera pública”, es la búsqueda de la Conversación analítica (…). La Conversación analítica empezó con Freud. Prosiguió con Lacan y, en cuanto a nosotros, la continuamos con el Campo freudiano. Empezamos a hablar juntos en 1980 (…) Haciéndolo así, damos secuencia a la Conversación freudiana, inscribiéndonos en la anti-Babel de Lacan”[9] .

Esa declaración que Miller asume, después de Freud y de Lacan – la tarea de restablecer la Conversación en oposición a la “multiplicación de las lenguas especiales”-, prolonga al Lacan que persevera después de su excomunión, en la tarea de enseñar en la Escuela fundada por él. Fue ciertamente, su respuesta al voto de Lacan de que su enseñanza subsistiera en la nueva Escuela: “Yo paré la serie en la entrada de esta década (…) Sucedió también que en esa entrada me comprometí también en la práctica del psicoanálisis. Y sobre todo, que Lacan está muerto. Entonces, eso- me llevó el año pasado a iniciar una segunda serie de la enseñanza de Lacan”[10] .

“Yo me comprometí en la práctica del psicoanálisis”. La sustentación de la orientación, a partir de allí, no se dio más solamente para enseñar como un amo, sino para enseñar, como analista, el psicoanálisis, autorizándose a partir de Freud y de Lacan, en hacer con que no nos desviemos de la lengua común del psicoanálisis. Su enseñanza se tornó, entonces, como lo hizo Lacan, semanal y pública, su manera singular de dar cuenta de su práctica como analista.

Nunca trató la enseñanza de Lacan como un dogma: “A propósito, creo que eso no es posible. Eso solo puede ser desarrollado como una orientación, quiere decir, como un camino, o un trazado, se puede incluso decir como un progreso, si se entiende, precisamente, que eso no permanece inmóvil. Es así que yo me esfuerzo para asumir, adoptar lo que Lacan pudo formular en sus variaciones. Porque tengo el punto de vista de la orientación, puedo tratar los dichos de Lacan que, considerados desde el punto de vista dogmático, serian puramente y simplemente contradictorios. Esos dichos solo encuentran su función del punto de vista de la orientación”[11] .

La práctica de su orientación nos ha enseñado a responder a los síntomas actuales de la civilización. Y nos recuerda que en el diccionario francés, desde 1834, orientación es también el arte de reconocer el lugar donde estamos. Entonces, diferenciados por ella, nos inscribimos bajo una dirección, la que Lacan imprimió a la práctica del psicoanálisis y al movimiento psicoanalítico. Pero, al mismo tiempo, reconocimos como Escuela el lugar donde la enseñanza de Jacques-Alain Miller, después de Lacan haber prolongado a Freud, prolonga a Lacan.

* Este texto será publicado también en la revista Opção Lacaniana, conmemorativa de los 50 años de la publicación de los Escritos de Jacques Lacan.
Traducción: Paola Salinas
Revisión: Silvina Rojas

NOTAS:

  1. Lacan J. “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis” Escritos Siglo XXI Editores. Buenos Aires, 20ª edición, 2003, p. 230.
  2. Lacan J., “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”, Escritos, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 20ª edición, 2003, pg. 232.
  3. idem, ibídem. Pg. 228.
  4. Lacan, J., (1975-76) Seminario, libro I, Los escritos técnicos de Freud, Buenos Aires, Paidós, 1981, pg 20.
  5. Nicéas, C.A., “Um enseñanza ímpar”, Correio, Revista da EBP, n.85, 2001
  6. Miller, J-A., “Enciclopédie”, Ornicar 24, Padis, Navarin, 1981.
  7. Nicéas, C.A., Notas personales tomadas durante la Asamblea General de la AMP, Barcelona, 1998.
  8. Nicéas, C.A., Notas personales tomadas durante la Asamblea General de la AMP, Barcelona, 1998.
  9. Miller, J-A., “1,2,3,4”, curso inédito, Paris, 1983-84
  10. Id. Ibid.

Artículo completo disponible en http://www.lacan21.com/sitio/2016/10/25/orientacion-lacaniana-la-subsistencia-de-una-ensenanza/