Clínica

¡Pobres de nosotros! *

Por Graciela Musachi

1. Texto

“A falta de la abstracción imaginaria antes mencionada, que se reduce a la consistencia, lo único concreto que conocemos es siempre la adoración sexual, es decir, la equivocación, en otras palabras, el menosprecio, porque se supone que lo que se adora no tiene ninguna mentalidad, confer el caso de Dios.

Esto no es verdad para el cuerpo considerado como tal –quiero decir adorado, puesto que la adoración es la única relación que el parlêtre tiene con su cuerpo- más que cuando este adora otro, otro cuerpo.”

2. Contexto

En este apartado, Lacan sigue la pista de Joyce a través del enigma de sus palabras, de la pregunta sobre su locura y de las palabras impuestas. Pero esas pistas lo conducen sin apelaciones al cuerpo que se teje, incesantemente, en torno al episodio “Pegan a James Joyce”.

En la clase 5 del curso 2006-2007, Jacques-Alain Miller hace notar que, si Lacan se interesó en ese pasaje es por la posibilidad siempre presente para el hombre de que la forma de su cuerpo se le vuelva extranjera y aún su sustancia le parezca poder distanciarse o disolverse.

Jacques Lacan parece haber leído también algo más, si consideramos un contexto más amplio de la frase que he elegido.

Por ejemplo, entre muchas otras, la crítica del Ulises aparecida en The Sporting Times en 1922 condena su “literature of the latrine” y su “stupid glorification of mere filth”, es decir, “su literatura de letrina” y su “estúpida glorificación de la basura misma” por el tratamiento que Joyce da a la sexualidad y a lo que se consideraba en la época su exagerado interés en todos los asuntos del cuerpo; Bernard Shaw, Virginia Woolf y tantos otros opinaban lo mismo que el periódico: Joyce se ocupaba de asuntos no literarios o literarios de un modo que ellos encontraban difícil de aprobar. Y esto a tal punto que, todavía hacia mediados de 1980, alguien como Richard Brown en su James Joyce and sexuality sigue afirmando que los temas del cuerpo y la sexualidad en Joyce “fueron oscurecidos y nunca han sido completamente investigados” con lo cual testimonia su ignorancia del corpus lacaniano.

La idea que tenemos del cuerpo hace aparecer en el texto el: “¡Pobres de nosotros!”.

3. “A falta de la abstracción imaginaria antes mencionada, que se reduce a la consistencia…”

El cuerpo es imaginario.

Pero aquí Lacan emplea el sintagma “abstracción imaginaria” Vale la pena asentar la definición del diccionario para abstracción: “Conocimiento de una cosa prescindiendo de las demás que están con ella”.

El conocimiento que lo imaginario brinda del cuerpo se reduce a la consistencia, prescinde del agujero simbólico y de la existencia real.

La consistencia es una cuerda, un hilo de la trama RSI. Por la acción de la mirada, la consistencia (siempre imaginaria) sostiene el punto de vista de la forma del cuerpo haciéndolo, así, uno, manteniéndolo junto. Es, dice Lacan en la pagina 18, “el poder cautivante” del cuerpo. Una forma que cautiva tiene, por ello, una capacidad de conocimiento débil. Por si alguien quiere jactarse de ello, todos pensamos como Chomsky (o al revés): el cuerpo es algo que se “concibe como provisto de órganos”.

En la página 63, de ese algo que se concibe como provisto de órganos y que por lo tanto es una forma, una superficie, de ese algo “sólo tenemos idea por la bolsa”. La consistencia es mental.

Aquí había aparecido el “¡Pobres de nosotros!” porque la consistencia excluye el nudo de este hilo sin el cual la bolsa no podría cerrarse para dar la idea de uno.

4. "A falta de la abstracción imaginaria antes mencionada, que se reduce a la consistencia, lo único concreto que conocemos es siempre la adoración sexual, es decir, la equivocación, en otras palabras, el menosprecio, porque se supone que lo que se adora no tiene ninguna mentalidad, confer el caso de Dios”.

En el pensamiento pre-científico y en el teológico “los hombres pudieron habitar en las proyecciones cosmológicas”, decía Lacan en el Seminario de la Ética. Es decir: el microcosmos se reflejaba en el macrocosmos hasta que Lutero exilió al hombre de ese punto de vista, exilio al que Freud da su última sanción introduciendo esa bóveda estrellada animada en nuestro interior y, dice Lacan, “lo envió definitivamente a su lugar (…) nuestro cuerpo”. Es sobre este fondo que Lacan elige hablar de “adoración” para referirse a la relación con el cuerpo. Allí donde estaba Dios ahora está el cuerpo.

En este punto se pone en juego una oposición (que Miller ha señalado en su curso Piezas separadas) entre la mentalidad y el pensamiento siendo la mentalidad un amor propio primario mientras que, en el pensamiento, se adora otro cuerpo y se lo adora porque aún en el amor propio hay cierta falta de…

Confer (Cf) el caso de Dios. Confróntese con el caso de Dios. Los cristianos, dice Lacan en Aún, transformaron la versión griega del Dios ignorante del odio, en “diluvios de amor”. Ricardo de San Víctor, Santo Tomás y San Agustín han sido los primeros en reflexionar sobre el amor divino en términos de amor trinitario. Dios es uno y trino: Dios ama a su Hijo, su hijo ama al Padre y el Espíritu Santo es el santo condigno que vincula el amor entre ambos. Uno y trino, Dios -podría decirse- se ama a sí mismo, aunque este amor propio sea bien singular. Esta es la ortodoxia cristiana. La herejía es RSI. Para Lacan, esta trinidad de Dios plantea el problema del uno y de qué tipo de uno es el cuerpo (JAM 209), el inconciente y el goce. Es decir, “El hombre, y no Dios, es un compuesto trinitario” (143).

El pensamiento, que implica la dimensión del sentido, supone por lo tanto dos (significantes, sexos, cuerpos, polos activo y pasivo). En términos de conocimiento, el pensamiento es una falsa conexión respecto de lo real pero también es engañoso porque “creemos que, al hacer esfuerzos para conocer, nosotros somos activos”. En términos teológicos “lo amado mueve al amante”. Dios, el otro cuerpo nos ponen en movimiento y lo hacen por esa falta de…

Pero, ¿por qué la equivocación implicada en la adoración sexual es menosprecio? Aquí deberíamos recurrir a la clásica referencia de Guy Rosolato: porque el otro cuerpo es metáfora del propio, lo adoramos; porque es su metonimia, lo menospreciamos.

Dios puede ser blasfemado, es verdad, pero en Dios no hay menosprecio sino caridad gracias a que en El hay “plenitud de gozar”, según San Víctor. En la adoración sexual, cuando se trata de una mujer, se la difama. “Estúpida glorificación de la basura”, hace decir Joyce. Justamente Joyce quien, aún cuando infringía en algo (son los términos de Miller) la adoración del propio cuerpo, no dejaba de adorar a su mujer.

5. “Esto no es verdad para el cuerpo considerado como tal -quiero decir, adorado, puesto que la adoración es la única relación que el parlêtre tiene con su cuerpo- más que cuando éste adora otro, otro cuerpo.”

Un parlêtre es un cuerpo aislable atravesado por la palabra. Es -dice Lacan en la página 56- el soporte del inconciente.

La adoración del propio cuerpo es una relación. Es la única relación que hay para el parlêtre hasta tal punto que podemos blasfemar a Dios, pero no a nuestro cuerpo. Por esta adoración primaria tampoco hay relación de conocimiento con el cuerpo sino de absoluta ignorancia. Que, para Lacan, lo único que haya es un-cuerpo es su materialismo, indica Miller.

En definitiva, es en términos de conocimiento que el cuerpo es Otro y que el otro es otro cuerpo al que se adora y se menosprecia, pero del que nada se sabe. Por eso, en la conferencia sobre Joyce, Lacan puede decir de una mujer que es síntoma de otro cuerpo.

6. Lacan encuentra en lo rechazado de Joyce este punto forclusivo respecto del cuerpo, esa separación de lo imaginario y lo simbólico que, al final, sólo puede conectar el síntoma Real en función tercera.

Lacan parece encontrar también en Joyce un síntoma de época que Valéry adjetiva como de “final de los tiempos” en una anotación de sus Cuadernos, contemporánea del Ulises:

“Somatismo (Herejía del final de los tiempos)

Adoración, culto de la máquina de vivir”.

¿Hemos llegado al final de los tiempos? ¡Pobres de nosotros! Nunca lo sabremos…

Ahora bien, ¿a quién se hace hablar cuando se dice: “¡Pobres de nosotros!”?

* Marzo 2007, intervención en el Coloquio Seminario de la EOL presentando el Seminario 23 de J. Lacan.
Artículo  completo disponible en: https://tararira2020.tumblr.com/post/634516421523767296/tara