Clínica

¡Huracán en el "género”! [1]

Por Jacques-Alain Miller

En Le sexe des Modernes (Seuil), que se estrena este jueves en las librerías, Éric Marty hace una sensacional deconstrucción de la teoría y noción de género.

Jacques-Alain Miller lo invitó a hablar con él el pasado domingo 21 de marzo, la conversación duró tres horas, fue grabada. La Règle du jeu y Lacan Quotidien publicarán próximamente la transcripción de estos intercambios, que continuarán el próximo domingo. Mientras tanto, aquí ya está, en preestreno, la apertura de este diálogo inédito: la presentación del libro por JAM.

Querido Éric Marty, he reflexionado en un pequeño speech para comenzar. Su libro, lo recibí el miércoles pasado con una dedicatoria que no pude descifrar, lo hojeé veinte minutos, y pensé en la frase de Marx en La Sagrada Familia a propósito de la recepción, por sus contemporáneos, del Ensayo sobre el entendimiento humano de John Locke, acerca del cual había hecho mi tesis de filosofía con Canguilhem: "Fue recibido con entusiasmo, como un anfitrión muy impacientemente esperado.»

Su libro me hacía falta, lo he notado desde que salió. Sin saberlo, lo esperaba. Y en primer lugar porque nunca entré en la obra de Butler, al que Zizek, que en antaño era mi estudiante en París, había tratado de interesarme tan pronto como se publicaron los Trouble in gender. Muchos, dentro y fuera de la Escuela de la Causa Freudiana, han explorado desde entonces los laberintos de la teoría de género, no yo.

Ahora bien, la susodicha teoría es ahora un fenómeno mundial. Usted comienza su libro con una frase enfática: "El género, gender, es el último gran mensaje ideológico de Occidente enviado al resto del mundo". Se lo dice en un tono "romántico", para usar una palabra favorita, pero estigmatizante, de Butler. ¿Es excesivo?

Es indiscutible en cualquier caso que las ideas de los sectarios del género, para decirlo en palabras del presidente Mao, han penetrado en las masas y se han convertido en una fuerza material. Estas ideas se imponen en los Estados Unidos, pesan sobre la evolución de las costumbres en las democracias avanzadas, para llamarlas así; inspiran la legislación de varios países, incluida Argentina, donde la influencia de Lacan está tan marcada en la vida intelectual. En Europa, actualmente se está debatiendo en España una ley similar a la argentina. Los discípulos del género están activos en Francia, tuvieron sus horas más ricas cuando Najat Vallaud-Belkacem era ministro de Educación.

Pienso en la frase de Foucault, que usted cita en la página 389, en la que confía su esperanza de producir "efectos reales en nuestra historia presente". Bueno, esta Judith Butler logró eso. Yo digo: ¡Me quitosombrero! E incluso, ¿por qué no: "¡Bien cavado, viejo topo!"

Me había desalentado desde el principio por el hecho de que Butler utilizaba el vocabulario de Lacan a troche y moche, sin descaro y de una manera alocada. Usted me enseña que no es por nada. El mal uso de los términos que ella toma prestados de Lacan y muchos otros, responde a un verdadero método, un método de "desfiguración" debidamente revindicado, que consiste en apropiarse de conceptos para desviarlos de su sentido original con el fin de usarlos para otros fines. Usted lo cita en la página 74: "We actively misappropiate the terms for other purposes." Es un gesto utilitarista soberano, que no está exento de grandeza ni agallas. Los americanos tienen una palabra yiddish para decirlos, Chutzpah. Butler no lo ejerce solamente con Lacan, sino con Derrida, Bourdieu, Foucault y tutti quanti. Cuanto más conceptual es un término, más busca raptarlo y explotarlo, de ahí su actitud hacia los teóricos a los que usted llama “depredadora”, (cfr. la pg. 77). A través de sus variadas obras usted le sigue los pasos, rastreando sus reutilizaciones, desplazamientos, desviaciones, divagaciones, mutaciones, reconfiguraciones, y usted proyecta una luz cruda en su forma de hacer, siempre ingeniosa e imaginativa, aunque a veces embrollada y confusa. Por lo tanto, usted se involucra en una meticulosa "deconstrucción" para utilizar este famoso término, de la teoría del género, deconstrucción respetuosa de sus meandros, pero severa por sus incongruencias. Mientras que esta ideología ha suscitado fácilmente sarcasmos y rechazos en frases insondables entre los conservadores, los reaccionarios, los defensores del llamado sentido común, usted despliega tranquilamente toda la complejidad, usted pone en abanico las paradojas, usted señala los impasses teóricos, tanto que pensé al leerlo la famosa máxima de Spinoza comentada por Nietzsche: "Non ridere, non lugere, neque detestari, sed intelligere". Usted no se burla del género, usted no lo deplora ni detesta, usted lo entiende y lo hace entender. Finalmente, en algunos lugares, la ironía perfora.

Ciertamente, debemos devolver las armas a la palabra, si no al concepto de género, gender. No tendría ese eco, no se habría convertido para muchos tanto en un eslogan como en una evidencia, si no estuviera en simpatía, sintonía, resonancia, con lo que funciona el momento presente de nuestra civilización, con su "malestar", en palabras de Freud, con "lo que avanza por las profundidades del gusto." (Lacan)

No, la "teoría de género" no es un complot, no es una farsa, dice algo muy profundo sobre nuestra actualidad, modernidad o posmodernidad. Es aún más fascinante ver al leerlo que estas ideas hoy triunfantes en el origen de un increíble retoque teórico en equilibrio inestable, donde el paralogismo compite con el ensueño.

Dirán que usted está arruinando la construcción del concepto de género sin retorno. Algunos, de los cuales yo soy uno, no obstante serán susceptibles a la fuerza de la iniciativa. Judith Butler supo "imponer el género casi universalmente como un significante insuperable", página 487, ella es inventiva, y corrige sus conclusiones sin alboroto, hasta que finalmente las evacuó sicut palea, como estiércol, el vocablo de Santo Tomás de Aquino al final de su vida, recordado por Lacan.

Usted me ha enseñado que Butler fue coronada Queen of Gender en 1994 por aquella que habría podido ser su rival, Gayle Rubin, a quien presenta en la página 38 como "antropóloga, activista queer, lesbiana, gran amiga de Michel Foucault con quien comparte un tropismo sadomasoquista". Pero ya el año anterior, Butler se culpó a sí mismo de haber hecho del gender "un sitio de identificación prioritario a expensas de la raza, de la sexualidad, de la clase o del funcionamiento de las disposciones geopolíticas", o incluso "en detrimento de los subalternos, una nueva categoría alternativa creada por Gayatri Spivak". El pensamiento interseccional, que favorece la raza, desde entonces ha tomado un lugar casi hegemónico en Butler, es lo que usted escribe en la página 365. Para ella, se diría que el género duró lo que las rosas antes de marchitarse.

Usted deja claro que hay algo como un destino caótico del pensamiento del género, que le impide fijarse, que lo conduce a diversificarse y fraccionarse sin respiro, de manera tal que su campo intelectual está devastado por una guerra de todos y todas contra todas y todos. Este es el momento de recordar que la denominación "teoría de género" es el resultado de un forzamiento, ya que aquella y aquellos que trabajan en la disciplina lo descalifican. Según ellos, surgió de una concepción unitaria, autoritaria y hegemónica de la actividad intelectual, que abominaron, prefiriendo entregarse a la multiplicidad iridiscente, abundante, sin ley, de los studies. ¡El Uno está muerto, que viva lo Múltiple! El género no tiene Reina. Esta dinámica es, en cierto modo -sin duda podríamos sostener- de acuerdo con la lógica llamada del "no-todo" que Lacan había llegado a formular como específica de la posición femenina, y que hoy prevalece en todas partes en la civilización, al menos en la nuestra.

Este prejuicio de lo Múltiple-sin-Uno hace del dominio de los estudios de género un laberinto, o más bien un enredo, una jungla, y me perdía en ella si usted no me hubiera tomado de la mano, como Virgilio. Mi Butler, será la Butler de Eric Marty hasta nuevo aviso. Espero que su libro sea traducido en los Estados Unidos, tendré curiosidad por ver cómo Judith Butler reaccionará a su trabajo, y los otros. ¿Usted hará el homenaje [hommage], o el femmage, de una controversia argumentada?

Sin embargo, su libro no es sólo una sensacional deconstrucción del género según Judith Butler. También ofrece un panorama inigualable hasta ahora, al menos hasta donde yo sé, de la vida intelectual en Francia en la segunda mitad del siglo pasado. En particular, usted lanza puntos de vista cruzados sobre Barthes, Deleuze, Derrida y Foucault, sobre su complicidad y sus querellas, calladas o explosivas, un período muy intenso y fecundo en comparación con la atonía presente de los intercambios intelectuales, que enmascaran mal una agitación y nerviosismo mediático de poco valor, lo que hizo decir la semana pasada a una persona astuta, observadora descarada de los medios, Eugénie Bastié, periodista de Le Figaro, que "nuestro debate público se caracteriza por el relativismo (cada uno su verdad) y la intolerancia (mi verdad no puede ser discutida)." Muy de "género" esta situación.

Estos cuatro grandes nombres, en el hilo de su desconstrucción del género, usted los trae de vuelta muchas veces en entrelazado inteligente, que a veces se convierte en enredos. Me gustaría llevar esos nombres uno por uno con usted, si quiere.

Y finalmente, está Lacan. Él inspira a Butler, cuyo trabajo no conocerá, ya que él murió en 1981. Él está muy presente en nuestros cuatro Grandes, él también los ha inspirado, y él mismo los leyó, los invitó, tuvo en cuenta lo que escribieron. Pero su libro muestra hasta qué punto él se distingue del Cuarteto. Al menos, no veo rastro en él de este "pensamiento de lo Neutro" que usted detecta en los cuatro para oponerlo a la teoría del género.

En cualquier caso, después de 1968, cuando Derrida, Deleuze y Guattari, sin olvidar a Foucault, se propusieron hacer pasar de moda al psicoanálisis, a hacerlo obsoleto y, para decirlo sin rodeos, a arruinarlo en el ámbito público, Lacan les lanzó una red, una túnica de Nessus, lo que él llamó "el discurso de la Universidad", que distinguió severamente de "el discurso del analista". Y hubo una separación de las aguas. Los lacanianos dejaron de leer a los "universitarios". Y estos se alejaron cada vez más de su antigua compañía con el psicoanálisis, del que tanto se habían ocupado.

Eso es, ya terminé. Es un gran libro, tan rico, tan tupido, de 500 páginas, un fresco, un carnaval, con su procesión de castratis y travelos, sadomasoquistas y pseudoesquizofrénicos, a la vez festival conceptual estadounidense como desfile del French Pride. Es una epopeya intelectual llena de suspenso. En resumen, una obra que apuesto permanecerá siendo inolvidable.

NOTAS

  1. J.-A. Miller. « Ouragan sur le « Gender »! », in Lacan Quotidien, No 925, 24 de marzo del 2021.

Artículo completo disponible en el blog PSICOANÁLISIS LACANIANO
https://psicoanalisislacaniano.com/2021/03/24/jam-huracan-en-el-genero-20210324/