Clínica

La Reasignación de Género en el Niño [1]

Por Jean-Claude Maleval

La disforia de género está a un paso en volverse un fenómeno de sociedad. Muestra un crecimiento exponencial en particular entre los adolescentes. En Londres, en un centro especializado, los pedidos aumentan en un 50% cada año desde el 2010. El mismo aumento se observa en la mayoría de los países occidentales.

La disforia de género designa un sufrimiento ligado a una discordancia entre el sentimiento psíquico de la identidad de género y el sexo asignado al cuerpo. Para esquematizar, es sentirse una chica en un cuerpo de chico o a la inversa. La disforia de género es un concepto reciente que data del 2013.

 

La disforia de género: un diagnóstico debatido

Muy lejos de ser una noción científica, es uno de los diagnósticos más debatidos. Es debatido incluso por los transgéneros que critican su pertenencia a la psiquiatría. Así, según la Asociación Americana de Psiquiatría, no debe ser considerado como un trastorno mental. Lo mismo sucede en Francia desde el 2010. Los transgéneros preferirían un término más neutro para designar su sufrimiento. Proponen por ejemplo género discordante, género disonante o género incongruente. El término de disforia de género es criticado sobre todo por muchos clínicos porque engloba fenómenos heteróclitos. En efecto, los transexuales permanecen muy apegados a la oposición binaria hombre-mujer, mientras que los transgéneros militan por un género fluido. Para los primeros no existe más que dos sexos; para los segundos, una multitud de géneros. Una investigadora estadounidense ha situado 343 géneros, pero cada uno está en libertad de inventar nuevos.

Ciertas disforias de género tales como las que Preciado se adjudica de los disidentes de género, por un proceso voluntario, se inscriben en una sociedad que supuestamente sufre de un binarismo de sexos; mientras que otros afirman experimentar una exigencia imperiosa de cambiar de estado civil y permanecen pegados a identidades sexuales netamente diferenciadas.

 

Interrogar el anhelo del niño

La disforia de género en los niños y los adolescentes fue llevada al conocimiento de un público vasto por películas como Girl en el 2018, y por el documental Petite Fille proyectado en Arte en el 2020. En este último, un chico de 8 años, Sasha, es conducido hacia un proceso de cambio de sexo porque él expresa, algo tímidamente, el anhelo de convertirse en una chica. La palabra de Sasha en el documental es menos audible que aquella de su madre, la cual toma un lugar preponderante. Parece que las palabras de Sasha son recibidas como una verdad científica. Sin embargo, la justica toma precauciones muy grandes con la palabra de los niños. Se sabe que sus testimonios pueden estar mezclados con sus fantasmas y, sobre todo, que son muy sensibles a las sugestiones de los adultos. ¿Cuántas veces la justicia no ha constatado que sus convicciones varían? También, en Francia, la justicia no toma en cuenta la palabra de los niños en cuanto al consentimiento a una relación sexual antes de la edad de 16 años. No hay ningún tipo de exigencia de ese estilo para el pedido de cambio de sexo.

Ciertos clínicos ingleses incluso han testimoniado el haber sufrido presiones para que cesen de interrogar el anhelo de transición hacia el otro sexo, presiones que vienen de grupos pro-trans, de las redes sociales, de los jóvenes en sí, de sus familias, y finalmente de sus colegas y de su dirección. Cuando a pesar de todo los clínicos se autorizan a cuestionar las motivaciones de los niños, sucede que ocurren ciertas sorpresas. “- ¿Por qué quieres cambiar de sexo? – Para hacer reír a papá”, dice uno; “Para ser como mi hermano”, afirma otro, o “Para convertirme en una Spice Girl”, o incluso “Porque mamá dice que no sé cómo defenderme y que por eso soy una niñita”, etc. Una de las razones de Sasha que lo incita a convertirse en una chica es, según su madre, querer tener un hijo. En resumen, la convicción precoz de ser un error de la naturaleza no constituye la motivación más frecuente.

Las entrevistas psicológicas en profundidad con el niño son necesarias para esclarecer su anhelo. También es conveniente buscar si la disforia de género constituye el principal problema, sabiendo que se acompaña frecuentemente de trastornos del humor, de ansiedad, de anorexia, etc. Interrogar el anhelo de cambio de sexo de un niño debería ser un elemento preliminar ineludible antes de comprometerlo a tomar inhibidores de la pubertad. ¿Es consiente de la rudeza, de las dificultes y de los sacrificios que va a tener que afrontar si se compromete en ese proceso? O bien, al revés, ¿lo toma como un cuento de hadas? “¿Esto te da un poco de miedo?”, pregunta la psiquiatra a Sasha. “No mucho”, responde el niño. “¿Cómo es ir de niña a la escuela?”, se preocupa de ello todavía. “Es cool”, comenta Sasha. Sin embargo, parece que a veces experimentan ciertas dudas: “Me pregunto si eso sirve a algo el que uno luche”, le confía a su madre.

¿Cuánto importan estas dudas? Ciertos especialistas no dudan en afirmar que sería equivocado interrogar a un niño si expresa una “necesidad” de cambiar de sexo. Hoy en día existen clínicas en Francia y en el extranjero que solo precisan de la palabra de un niño o de un adolescente para acceder a su pedido y proponerle primeramente inhibidores de la pubertad, luego un tratamiento hormonal. Esto en espera de eventuales intervenciones quirúrgicas a una edad avanzada.

 

El riesgo de suicidio

En estos lugares, ese esgrime a menudo propósito de sus familias el argumento contundente del suicidio si no se accede a la “necesidad” del niño. Apoyándose en la literatura científica disponible hoy en día, es necesario afirmar claramente que comprometer a un niño en un proceso de cambio de sexo es una actitud irresponsable. No concluyan inmediatamente que sostengo una posición transfóbica. Los datos para los adultos no son los mismas. Son contrarios, en favor de un acompañamiento del estado civil. No es dudable que éste puede apaciguar el intenso sufrimiento de los transexuales. Después de la reasignación, todos los estudios concluyen en una taza muy elevada de satisfacción en los transexuales que se han operado. ¿Por qué al contario es irresponsable comprometer a los niños en un proceso de cambio de sexo? Porque, en la edad adulta, este anhelo, en alrededor del 90% entre ellos, habrá sido abandonado. Las investigaciones concuerdan en este punto: el anhelo de cambio de sexo en el niño es un predictor, no del transexualismo, sino de homosexualidad y esto en alrededor del 70%. Los otros niños se vuelven heterosexuales. Solo una pequeña minoría de estos niños persiste en sufrir de disforia de género, alrededor del 10-12%. Además, incluso entre estos últimos, todos no se deciden en la edad adulta a comprometerse al proceso de transición.

En cuanto al argumento contundente del suicidio de aquellos cuyo pedido de cambio de sexo no sea acordado, es improcedente. Se da vuelta incluso contra aquellos que lo promueven si uno se toma la molestia de detenerse en los datos disponibles. Las tazas de suicidio, es decir de ideas suicidas, de tentativas de suicidio y de suicidios logrados, es muy elevada en los disfóricos de género en promedio de 3-5 veces más que en la población en general. Esta taza de suicidio parece confirmar en un primer momento una amenaza. Sin embargo, ciertos investigadores se sorprenden u observan, más bien, que es paradójico que los transexuales estén muy satisfechos con su transición y que, no obstante, la taza de suicidio permanezca igual después de ésta. De hecho, no es para nada una paradoja. Esto indica que la existencia de un transexual es más difícil que la del común de los mortales. Y esto igualmente antes o después de la transición. No son los transexuales los que atestiguan lo contrario: todos coinciden en decir que su proceso es una prueba en todas las etapas de ésta. La mayoría atestiguan haber sufrido agresiones verbales y físicas. Algunos no osan jamás en informar acerca de su disforia de género por el miedo de las consecuencias sociales y familiares.

La afirmación de un género nuevo y su reconocimiento por el cambio de estado civil es ciertamente para ellos un alivio, pero esto no resuelve el conjunto de sus dificultades. La disforia de género está frecuentemente asociada a trastornos del humor, a la ansiedad, a la anorexia, etc. Estos trastornos no se atenúan necesariamente por la reasignación de género. Por otro lado, la inserción social con la nueva identidad es difícil. El cambio no es siempre invisible. Ciertos transexuales tienen un aspecto extraño. La mitad se describe como “sin sexo” después de su reasignación de sexo o “un poco de ambos”. Así, una estigmatización social es frecuente: suscita una taza de desempleo o de prostitución elevada.

Otro factor que afecta bastante el futuro de un transexual son los efectos secundarios de la hormonoterapia. La toma de hormonas a largo plazo acorta la vida, expone a la infertilidad, aumenta los riesgos de problemas vasculares y cardíacos, de embolias pulmonares, de lesiones óseas, de trastornos del humor, etc. La taza de suicido, repitámoslo, permanece igual antes y después de la transición. Es la razón por la no debería ser utilizada para amenazar a los padres que dudan en comprometer a sus hijos en un proceso de cambio de identidad. El argumento del riesgo de suicidio se vuelve contra aquellos que lo promueven ya que incitan a los niños a entrar en una vía en la que durante toda su vida estarán expuestos a una taza de suicidios superior a aquella de la población en general. Ciertamente, parece probable que esa taza de suicidio disminuya luego del período de euforia que sigue inmediatamente al cambio de estado civil, pero regresa bastante rápido al nivel anterior. Por supuesto, esta taza de suicidio elevada no se constata entre todos los transexuales y no excluye la existencia de transexuales contentos.

 

Responsabilidad y singularidad del acompañamiento

Sabiendo que el devenir más probable de la disforia de género en el niño es su desaparición, y que el riesgo de suicidio no ha aumentado por una respuesta desfavorable a la demanda del cambio de sexo, es necesario repetir que es irresponsable el acceder a este pedido en un niño. Después de haber examinado los datos disponibles, la Corte Superior de Justicia de Londres, en el 2020, concluyó que los niños de menos de 16 años que contemplar cambiar de sexo no son lo suficientemente maduros para dar su consentimiento fundado para ser prescritos con medicamentos que inhiban la pubertad.

En lo que concierne a los adultos, los psicoanalistas hace mucho tiempo han considerado a regañadientes el cambio de sexo como una posible terapia del transexualismo. No todos, sin embargo. En 1983, Catherine Millot consideraba que este cambio de sexo era una terapia posible, como una solución posible para ciertos sujetos. La taza alta de satisfacción expresada por los transexuales que han hecho un cambio de estado civil viene en apoyo de esta opinión. No hay duda de que la transición puede aliviar el sufrimiento de la disforia de género. No obstante, esta solución es parcial. No resuelve los problemas asociados, cuando existen. No borra siempre la estigmatización social y debe integrarse con los efectos secundarios de la hormonoterapia. La transición médica debe ser reservada a adultos decididos y advertidos. Para los niños, es peligroso e irresponsable. Para los adolescentes, una gran prudencia debe ser puesta en marcha, sabiendo que existen cada vez más testimonios de sujetos “destransicionadores” que se quejan de haberse enrolado en una terapia de afirmación de género demasiado jóvenes sin haber medido todas las consecuencias.

Antes de preconizar protocolos que valgan para todos con el fin de abordar la disforia de género, es conveniente tomar en cuenta la singularidad de cada sujeto que declara sufrir por ello. Es habitual, por ejemplo, el considerar la presencia de trastornos psiquiátricos como un obstáculo al enrolamiento en un proceso médico de cambio de género. Ahora bien, eso no siempre es pertinente. En ciertos casos, se ha demostrado que la transición ha hecho desaparecer la sintomatología psiquiátrica. Al contrario, hay transexuales que no han retrocedido en recurrir de nuevo a la cirugía para regresar a su sexo inicial.

Cada sujeto que sufre de una disforia de género es único y debe ser considerado por los clínicos en su especificidad. La respuesta para dar a cada uno no es la misma. La terapia de afirmación de género es una de ellas, aunque una psicoterapia psicoanalítica preliminar puede tanto desviarla, así como confirmarla. La práctica del psicoanálisis conduce a cada una a hacer emerger la singularidad del modo de gozar de cada uno, luego sostenerla y respetarla en tanto que no implique el ejercicio de una violencia dirigida hacia otro. No hay ninguna objeción entonces al cambio de estado civil de un adulto decidido. Pero hay la advertencia contra la precipitación en enrolar a un niño a ese proceso.

NOTAS

  1. J.-C. Maleval. « La réassignation de genre chez l’enfant ». [En línea] : La réassignation de genre chez l’enfant // Jean – Claude Maleval – YouTube.

Artículo completo disponible en el blog PSICOANÁLISIS LACANIANO
https://psicoanalisislacaniano.com/2021/04/12/jcm-reasignacion-genero-nino-20210412/