Clínica

Sigmund Freud. El gran inventor y su legado (*)

Por Ana Elisabet Preiti

La invención freudiana

Sigmund Freud, el inventor del psicoanálisis, se distingue por haber sido el primero y único en su especie en crear el método que revoluciono el pensamiento de la humanidad contemporánea.

‘La invención de Freud no es la invención del inconsciente, la invención del genio de Freud es la invención del discurso analítico…el modo de exponer la manifestación del inconsciente…’ Así es que ‘La invención propia de Freud fue la del psicoanalista. El concepto freudiano del analista es una producción única, inédita en la formación de las ideas…Un analista, eso es una producción de Freud. Es la producción propia del psicoanálisis.’ [1]

La persistencia y diseminación del psicoanálisis que atravesó continentes y se mantiene vigente aun hoy, son el mejor testimonio de la genialidad y notoriedad de su inventor.

En el amanecer de esta historia y en su espléndido aislamiento vienes, la práctica clínica y teórica de Sigmund Freud era indisociable de sus ambiciones y pasiones.

Freud no paso por ninguna iniciación en el diván, a pesar de que la regla exige que todo analista haya sido antes paciente. Es, tal vez, una paradoja que su eficacia solamente opera, de hecho, desde una excepción fundante.

Es el mismo Freud quien plantea que la interpretación de sus propios sueños no eran suficientes para su análisis. Es así que plantea que: ¨La interpretación de los sueños me sirvió de consuelo y apoyo en años difíciles, años iniciales del análisis, cuando tuve que dominar técnica, clínica y terapia de las neurosis, todo a un tiempo; estaba entonces enteramente aislado, en medio de una maraña de problemas, y a raíz de la acumulación de dificultades temía a menudo perder la brújula y la confianza en mí mismo…Pronto advertí la necesidad de hacer mi autoanálisis.’’ [2]

Tal era la preocupación de Sigmund Freud acerca de la interferencia de sus propios conflictos en el análisis de sus enfermos que se puede ubicar en la correspondencia establecida con su amigo W. Fliess. Dicha situación que ha quedado registrada en la comunicación que ambos mantenían a través de las mismas.

En los siguientes párrafos de las cartas que antes se mencionan encontramos reflejada tal preocupación:

Carta 67 del 14-08-1897:
¨El principal paciente que me ocupa soy yo mismo. Mi histeria pequeña, pero muy acusada por el trabajo, se ha resuelto en una pieza más. Restan muchas piezas todavía. De ello depende mi talante en primera línea. El análisis es más difícil que cualquier otro. Él es también el que me paraliza la fuerza psíquica para exponer y comunicar lo ganado hasta aquí. Restan muchas piezas todavía. No obstante, creo que es preciso pasar por él y que constituye una necesaria pieza intermedia en mis trabajos. ¨ [3]

Carta 75 del 14-11-1897:
¨Antes de las vacaciones expresé que el paciente más importante para mí era mi propia persona, y tras el viaje de vacaciones se desató después de repente el autoanálisis, del que en aquella época no se avizoraba rastro alguno. Hace pocas semanas fue el deseo de ver sustituida la represión por lo esencial que hay tras ella, y de eso se trata ahora.’ [4]

Freud en ‘Contribuciones a la historia del movimiento psicoanalítico’ plantea: ‘Cuando en 1909, en la catedra de una universidad norteamericana, tuve por primera vez oportunidad de dar una conferencia publica sobre psicoanálisis (…) declaré no haber sido yo quien trajo a la vida el psicoanálisis. Este merito le fue deparado a Josef Breuer en tiempos en que yo era estudiante (…) pero mis amigos bien intencionados me sugirieron luego una reflexión: ¿no ha expresado de manera impropia ese reconocimiento? Igual que en ocasiones anteriores habría debido apreciar el procedimiento catártico de Breuer como un estadio previo al psicoanálisis y fijar el comienzo de este solo en el momento en que yo desestime la técnica hipnótica e introduje la asociación libre.

Ahora bien, es bastante indiferente que la historia del psicoanálisis quiera computarse desde el procedimiento catártico o solo desde mi modificación del mismo (…) si he entrado en este problema (…) se debe a que muchos opositores del psicoanálisis suelen acordarse de que estas artes no provienen de mí, sino de Breuer (…) el psicoanálisis es siempre, y sin discusión , obra mía (…) y como hace tiempo he reconocido que el inevitable destino del psicoanálisis es mover a contradicción a los hombres e irritarlos. He sacado en conclusión que yo debo ser el verdadero creador de todo lo que lo distingue.’ [5]

¿Ahora bien, en que consiste la gran invención del maestro que revoluciono el pensamiento de la época y lo sigue haciendo aun hoy? Es Freud quien mejor lo indica cuando plantea: ¨Entre otros factores que por mi trabajo se fueron sumando y lo transformaron en el psicoanálisis, quiero destacar: la doctrina de la represión y de la resistencia, la introducción de la sexualidad infantil, la interpretación y el uso de los sueños para el reconocimiento de lo inconsciente (…) la doctrina de la represión es ahora el pilar fundamental sobre el que descansa el edificio del psicoanálisis, su pieza más esencial’ [6]

La convicción inquebrantable de Freud

La soledad en la que el maestro vienes sostuvo su descubrimiento es digno de destacar; solo y gracias a esa convicción es que el psicoanálisis ha sobrevivido a la indiferencia de quienes lo rodeaban, lo escuchaban y también cuestionaban su investigación y a su propia persona.

Sin duda, el momento más duro que atravesó en sus investigaciones fue al presentar su descubrimiento acerca del papel de la sexualidad infantil en la etiología de las neurosis. De la siguiente forma lo dice Freud: ‘…me hicieron comprender poco a poco que una tesis acerca del papel de la sexualidad en la etiología de las neurosis no podía tener la misma acogida que otras comunicaciones.

Entendí que en lo sucesivo pertenecería al número ‘de los que han turbado el sueño del mundo’, según la expresión de Hebbel, y no me estaba permitido esperar objetividad ni benevolencia. Pero mi convicción sobre la justeza global de mis observaciones y de mis inferencias se afirmaba cada vez más, y no eran menores mi confianza en mi propio juicio y mi coraje moral, el desenlace de esta situación no podía ser más que uno. Me resolví a creer que había tenido la dicha de descubrir unos nexos particularmente importantes y me dispuse a aceptar el destino que suele ir asociado con un hallazgo así.

Este destino lo imagine de la manera siguiente: (…) los éxitos terapéuticos del nuevo procedimiento me permitirían subsistir, pero la ciencia no repararía en mi mientras yo viviese. Algunos decenios después, otro infaliblemente, tropezaría con esas mismas cosas para las cuales ahora no habían madurado los tiempos, haría que los demás las reconociesen y me honraría como un precursor forzosamente malogrado. Entretanto me dispuse a pasarlo lo mejor posible, como Robinson en su isla solitaria (…) cuando desde los embrollos y las urgencias del presente vuelvo la mirada a aquellos años de soledad, quiere parecerme una época hermosa, una época heroica (…) no tenía ninguna bibliografía que leer, ningún oponente mal informado a quien escuchar, no estaba sometido a influencia alguna ni urgido por nadie. Aprendí a sofrenar las inclinaciones especulativas y, atendiendo al inolvidable consejo de mi maestro Charcot, a examinar de nuevo las mismas cosas tantas veces fuera necesario para que ellas por si mismas empezaran a decir algo (…) ahora bien nadie tendría derecho a esperar que en esos años en que yo fui el único campeón del psicoanálisis se desarrollase en mi un respeto particular…’. [7]

En la profunda y solitaria soledad Freud, el inventor del psicoanálisis, sostuvo y continuo con sus investigaciones que no se detuvieron hasta el fin de sus días, habiendo atravesado guerras, la muerte de su hija Sofí a causa de una pandemia que le impidió poder despedir a su amada hija, también el cruel y humillante exilio por la toma de los nazis que hicieron que abandonara su tierra natal para terminar sus últimos días de vida, a causa de una grave enfermedad, en la ciudad de Londres, Inglaterra.

No declino en su deseo de mantener vivo el psicoanálisis y hasta los últimos días de su vida no dudo en reformular sus propios conceptos.

Estamos en un tiempo donde no se trata de velar la tumba del padre muerto, ni de situarse en ninguna genealogía con el, sino de resaltar lo que fue para el siglo XX el advenimiento del psicoanálisis: un acontecimiento. Debemos apostar para que siga vivo en nuestro siglo, en nuestro tiempo.

NOTAS

  1. Miller, J.A.1- El analiticon N°1, Ed. Correo – Paradiso, Barcelona, 1986, pp.4-5
  2. Freud S, Obras Completas. Tomo XIV, Ed. Amorrortu, Buenos Aires, 2013, p. 19
  3. Freud S, Obras Completas. Tomo I, Ed. Amorrortu, Buenos Aires, 2017, p. 301
  4. Ibidem p. 313
  5. Freud S, Obras Completas. Tomo XIV, Ed. Amorrortu, Buenos Aires, 2013, p. 9
  6. Ibicem pp. 14-15
  7. Ibidem pp. 20-23

(*) Artículo publicado en la Revista ENLACES N°29 – Año 2023.